La Rosca de Reyes, más que un simple postre, es una tradición arraigada en la cultura hispana que se remonta a la época romana y cristiana. Esta delicia es el corazón de la celebración del Día de Reyes, el 6 de enero, marcando el final de las festividades navideñas y el inicio de la Epifanía.

Su origen se encuentra en las Saturnales, festividades romanas que celebraban el fin del solsticio de invierno. Durante estas festividades, se elaboraban panes redondos con higos, datiles y miel, símbolos de la buena fortuna para el año venidero.

Con la expansión del cristianismo, esta tradición se transformó en la conmemoración de la llegada de los Reyes Magos, quienes llevaron regalos al niño Jesús. La forma circular de la Rosca simboliza el amor infinito de Dios, mientras que las frutas secas representan las joyas de los Reyes y la prosperidad venidera.

En su interior, la Rosca esconde una sorpresa: la figurilla del Niño Jesús. Quien encuentre esta figura se convierte en el anfitrión de la fiesta del Día de la Candelaria, el 2 de febrero, y tiene la responsabilidad de ofrecer tamales.

La Rosca de Reyes ha evolucionado con el tiempo, incorporando nuevos sabores y rellenos, pero su significado perdura como un símbolo de unidad, celebración y la dulce espera de la esperanza que el nuevo año trae consigo.

Así, este manjar no es solo una delicia culinaria, es un lazo entre generaciones, una tradición que une a familias y amigos alrededor de una mesa, celebrando con alegría y sabor la llegada de un nuevo ciclo.

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