Por: Gilberto Solorza
Eran las 7:00 pm del 15 de diciembre cuando las luces de la Sala Nezahualcóyotl, en Ciudad Universitaria, se apagaron tras el anuncio de la tercera llamada.
El murmullo del público dio paso al silencio expectante mientras los jóvenes integrantes de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM) ingresaban al escenario.
Acompañados por la música inicial, el director Gustavo Rivero Weber hizo su entrada con una serena autoridad que preparó el ambiente para el último concierto del año.
Con la batuta en alto, el maestro Rivero Weber dio inicio a una velada que prometía ser inolvidable. Bajo su liderazgo, la OJUEM se ha consolidado como una de las pocas orquestas sinfónicas mexicanas con reconocimiento internacional, llevando su música a escenarios de Italia y Nueva York.
Este concierto, anunciado semanas atrás como el cierre del ciclo anual, fue planeado con esmero para demostrar la maestría y pasión de estos músicos jóvenes.
La apertura estuvo a cargo de la Suite núm. 1 de la ópera Carmen de Georges Bizet. Desde los primeros acordes del «Preludio», los asistentes se sumergieron en un despliegue de color y energía. La «Aragonesa» y la «Seguidilla» llenaron la sala con ritmos vibrantes, mientras que «Los toreros» cerró la pieza con una intensidad que arrancó los primeros aplausos de la noche. La precisión de los músicos y la dirección de Rivero Weber hicieron que cada nota resonara con fuerza y emoción.
Sin interrupción, la orquesta continuó con Sensemayá de Silvestre Revueltas, una interpretación especial para conmemorar el 125 aniversario del nacimiento del compositor mexicano. Basada en el poema homónimo de Nicolás Guillén, la pieza desplegó una riqueza rítmica que atrapó al público desde el inicio. Las percusiones, elemento central de esta obra, crearon un crescendo electrizante que mantuvo la atención al borde del asiento.
Tras un breve intermedio, la segunda parte del concierto estuvo dedicada a la Sinfonía núm. 1, Titán de Gustav Mahler. En una decisión audaz, el director presentó la primera versión de la obra, que incluye el movimiento «Blumine», una sección lírica que Mahler eliminó en versiones posteriores. Esta elección no solo destacó la sensibilidad del maestro Rivero Weber, sino que también ofreció al público una experiencia única. El cierre, con «Stürmisch bewegt», fue un estallido de energía y emoción que dejó a la audiencia sin aliento.
Cuando el último acorde se desvaneció, el silencio fue sustituido por una ovación de pie que resonó en toda la sala. Los rostros de los jóvenes músicos y de su director reflejaban la satisfacción de haber concluido el año con una presentación memorable.
El público, visiblemente conmovido, abandonó la Sala Nezahualcóyotl con una sensación de plenitud sublime, llevando consigo el eco de una noche en la que la música y la pasión se unieron para cerrar un capítulo inolvidable en la historia de la OJUEM.