Continuidad y cambio

Por Ricardo Monreal Avila

Se encuentran en un error quienes piensan que este domingo solamente están en juego la Presidencia de la República y más de 20 mil cargos de elección popular. Igualmente, quienes estiman que tan solo se juega la continuidad o la alternancia de un partido en el poder -MORENA-, el cual es únicamente la expresión partidaria de un movimiento social más amplio.

En realidad, lo que está en juego es la consolidación o la eliminación de un proyecto de cambio de régimen autodenominado “Cuarta Transformación”, que involucra el plan transformador de mayor calado desde la época de las reformas cardenistas (1934-1940), sin violencia política y sin detrimento de la democracia electoral.

Este 2 de junio están en juego la continuidad o el rechazo; el refrendo o la revocación; la validación o el relevo de un nuevo régimen político, económico, social y cultural que, en cinco años, sentó las bases y construyó el primer piso de su diseño institucional, pero que ahora solicita, por la vía de las urnas, su continuación o relevo.

En este sentido, el próximo domingo tendremos, de facto, el primer gran plebiscito de la historia contemporánea del país, mediante el cual no solo habremos de elegir a la primera presidenta de México (de nombre Claudia), sino que habremos de refrendar la continuidad de la 4T.

No se habla de “continuismo”, sino de “continuidad”, porque esta opción viene acompañada de una alta dosis de cambio histórico. Asistiremos, de acuerdo con la mayoría de las encuestas profesionales, a un cambio generacional y de género. El domingo emergerá la primera presidenta de los Estados Unidos Mexicanos, apoyada en una generación posterior a la que fraguó, construyó y defendió desde la plaza pública a la 4T.

La ratificación de la Cuarta Transformación en las urnas implica ese doble mensaje: continuidad en la esencia, y cambio generacional y de género en quienes levantarán el segundo piso de la transformación. En este caso, continuidad y cambio no se contraponen, se complementan.

Como dato curioso, esta misma vinculación entre continuidad en esencia y cambio generacional o incluso de género se puede observar en las contiendas electorales para las gubernaturas, que se están llevando a cabo en nueve entidades.

Según algunos análisis estadísticos, en la Ciudad de México (CDMX), Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, el electorado parece decantarse por la continuidad; aunque, en muchos casos, esta involucra también el cambio generacional o de género, como resulta evidente en las tendencias para elegir titular del Ejecutivo en CDMX, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Puebla y, como caso especial, Yucatán.

El caso de la Presidencia de la República es el más paradigmático: una aplastante mayoría parece decantarse por la continuidad. Se habla de la elección más polarizada de nuestros tiempos, pero, en términos numéricos, ni el electorado ni el país se ven divididos en dos fragmentos iguales. De hecho, el candidato de MC ha diseñado toda su ruta y estrategia sobre la base de rechazar que solo haya dos opciones. Ya veremos qué dicen los números finales sobre la supuesta polarización.

En los estudios demoscópicos más recientes, e inclusive entre analistas internacionales, la candidata de MORENA se ubica en alrededor de un 22 por ciento por encima de la aspirante del prianismo. Esto a solo unos días de la jornada, lo que indica una evidente tendencia a favor de la continuidad en el escenario político-electoral.

Lo anterior se contrapone con lo sostenido por algunos medios de comunicación masiva, que han implementado como estrategia la desinformación basada en un discurso de polarización y división, así como el planteamiento de un escenario de fuerzas políticas más o menos equilibradas, augurando con ello unos comicios con carácter altamente estresante, estridente y estrecho en sus resultados.

Al margen de la eficacia que puedan tener los diversos discursos políticos en el electorado, se espera una votación altamente participativa. Actualmente, en el mapa político del país, MORENA y sus aliados gobiernan 23 de las 32 entidades, lo que refleja, de manera concreta, los altos índices de legitimidad de que goza la Presidencia de la República y los principios que representa. Es decir, el titular del Ejecutivo federal no se encuentra en una posición de desgaste por el ejercicio del poder; ha permanecido incólume ante todo tipo de embestidas.

El refrendo o la ratificación de la confianza ciudadana mostrada en los históricos comicios de 2018, que se espera para el próximo domingo, anticipa también que MORENA alcanzará la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, en las legislaturas locales y también en las gubernaturas, pero eso solamente lo determinará nuestra puntual asistencia a las urnas, dejando atrás el triunfalismo y el exceso de confianza.

En este orden de ideas, ni las encuestas ni el mapa político del país dibujan un escenario en el que se vean solamente dos polos opuestos, como tampoco que la distancia entre ambos luzca tan estrecha que el desenlace sea una incógnita. Al contrario, se aprecia un polo dominante, que concentra la mitad de las preferencias, y tres o cuatro fuerzas compitiendo por la otra mitad del electorado. Esto no es polarización, sino disuasión o pulverización.

Lo que sí existe es una alta ideologización de la contienda. Cuando la disputa era entre PRI y PAN, parecía la guerra de las colas: la Coca contra la Pepsi. Por eso la mercadotecnia de las banalidades hacía de las suyas. Pero ahora que la decisión está entre dos proyectos de nación, la polarización y la galvanización son inevitables.

Al contrario de lo que pudiera parecer, este tipo de contiendas polarizadas no se definen por la razón, sino por el corazón. No son los argumentos ni los datos los que mueven al electorado, sino las emociones y los instintos básicos. No son las neuronas, sino las glándulas las que moldean la conducta electoral, y esto es lo único que debemos cuidar que no se desborde. Que la pasión no subyugue a la razón.

Que este domingo ganen los votos, y no los vetos, para que México, nuestro gran país, se siga transformando y continúe avanzando.

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