Por: Fernando Dávila
En un escenario donde usualmente se presentan grandes nombres de la música, el Lunario del Auditorio Nacional en la Ciudad de México, abrió sus puertas a los más pequeños con una propuesta diferente: Viki Tiki World, un musical producido y protagonizado por Natalia Alcocer, que transforma el espacio en un universo brillante para la infancia.





El evento, que contó con actividades como mesas para colorear, maquillistas para niños, algodones de azúcar, palomitas y canciones con ritmos vibrantes, fue una fiesta sensorial y emocional para los asistentes. Alcocer, en el papel de “Vikitiki”, compartió que las canciones fueron escritas hace dos años, motivada por la energía y creatividad de sus hijas, a quienes agradeció públicamente por haberle “implantado la chispa”.
El actor Adrián Di Monte, presente en el lanzamiento, recordó su paso junto a Alcocer en el reality La Isla, donde, destacó haberla visto luchar para llevar el sustento a casa para sus cuatro hijas. Ese detalle personal no pasó desapercibido: Vikitiki World no solo es un espectáculo, sino también una historia de resiliencia y amor maternal transformada en arte.
¿Por qué el Lunario?
Que un espacio como el Lunario —históricamente asociado con artistas consagrados y conciertos íntimos— acoja un proyecto de este tipo, habla de una transformación cultural que vale la pena destacar. Este tipo de propuestas reconfiguran lo que entendemos por “entretenimiento familiar”: ya no es solo ver, es participar, jugar, crear juntos.
Los niños necesitan espacios donde el arte se les hable en su idioma, donde puedan sentirse protagonistas, no espectadores pasivos. Y los padres, más que nunca, buscan opciones de ocio que combinen entretenimiento, valores positivos y momentos de convivencia.
Una nueva visión para la infancia
Vikitiki World es también una ventana a una infancia más creativa, libre y emocionalmente conectada. En tiempos donde el ocio digital es muchas veces individualista, este tipo de experiencias colectivas representan una oportunidad para que niñas y niños exploren sus emociones, canten, jueguen, dibujen y se expresen sin filtros entre la música.
No es un show cualquiera. Es un recordatorio de que el arte infantil también puede (y debe) ocupar espacios que normalmente están adaptados para los adultos. Y que la cultura para niños no es menor, sino esencial.