Por: Gilberto Solorza
Donald Trump ha reiterado que un acuerdo de paz en Ucrania podría lograrse mediante un “intercambio de territorios” entre Kiev y Moscú. En agosto de 2025 afirmó que se acerca a un cese al fuego que beneficiaría a ambas partes y confirmó que se reunirá con Vladimir Putin para negociar una tregua. Según él, tanto Putin como Volodímir Zelenski desean la paz, aunque reconoció que las negociaciones son “complicadas” por las pérdidas humanas y las implicaciones geopolíticas.


Putin condicionó el alto al fuego a que Ucrania ceda el control total del Donbás, incluyendo Donetsk y Lugansk, y de Crimea. Exige que la comunidad internacional reconozca estas regiones como parte de Rusia. Trump dijo que está dispuesto a discutir esta propuesta, pero Ucrania considera la cesión de territorios como una “línea roja”.
Un intercambio territorial consolidaría la influencia rusa en el sur y este de Ucrania. Moscú reforzaría su posición estratégica en el Mar Negro y ganaría capacidad de proyectar poder en Europa del Este, Oriente Medio y el Mediterráneo. Ucrania perdería partes clave de su soberanía y surgirían nuevas tensiones y conflictos.
La seguridad regional también cambiaría. Ucrania actúa como país tampón entre Rusia y la OTAN. El control ruso aumentaría la inseguridad en los países vecinos y podría presionar militarmente a Europa del Este. Dentro de Ucrania, la cesión profundizaría divisiones étnicas, políticas y sociales. Aumentaría el desplazamiento de población y complicaría la reconciliación nacional.
El impacto global sería significativo. La política de seguridad y económica mundial se vería afectada. La Unión Europea tendría que ajustar su estrategia de estabilidad y cooperación. El apoyo occidental a Ucrania podría debilitarse y las alianzas internacionales podrían cambiar. Aceptar cambios forzados en fronteras sentaría un precedente peligroso y alentaría otros conflictos territoriales.
Aunque un acuerdo podría acercar la paz, Occidente lo vería como una concesión a la agresión rusa. La cesión territorial aumentaría la desconfianza y la rivalidad. También podría generar divisiones sobre sanciones y estrategias hacia Moscú. La OTAN reforzaría su postura defensiva, y Occidente buscaría coexistir de manera pragmática con Rusia.
Rusia seguiría aislada políticamente en Occidente, pero mantendría alianzas con China y países BRICS. Esto le permitiría sortear algunas presiones y conservar influencia en la región.