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Eduardo Meraz

Pavorreal o gallina

Por Eduardo Meraz

En la vasta galería de símbolos que pueblan la política mexicana: el ex mandatario convertido en ave, oscilando entre el esplendor del pavorreal y la timidez de la gallina, en este momento de reaparición pública, cuando la memoria de las promesas incumplidas se mezcla con la obstinación de permanecer vigente.

Más allá del valor literario o académico del libro más reciente del ex presidente sin honor y sin palabra, y su perenne inclinación por la simbología, su reaparición en público -traicionando su promesa- nos revela la dualidad de la personalidad del ex mandatario: pavorreal o gallina.

En cualesquiera de las aves, es evidente su intención de mantenerse vigente y activo en la política mexicana, inclusive dispuesto al sacrificio de defender al país de ataques a su soberanía, un golpe de Estado o para defender la democracia.

El político que juró retirarse al silencio, regresa con el estruendo de sus plumas, aunque también con el temblor de quien teme al filo de la guillotina interna.

El pavorreal, con su cola desplegada, es la encarnación del ego que busca aplausos. Cada pluma es un recuerdo de poder, cada destello un recordatorio de que alguna vez se ocupó la cúspide del Estado.

El ex presidente se exhibe como quien aún cree que su voz puede convocar multitudes, que su advertencia sobre la soberanía y la democracia es suficiente para detener el avance de los apetitos voraces de sus correligionarios.

Pero detrás de ese despliegue de colores, se esconde la fragilidad de la gallina: el miedo a ser devorado por los propios, a que la historia lo arrincone en el anonimato, a que las indagatorias internas o externas lo persigan hasta el último rincón de su retiro.

Su disposición a sacrificarse por alguna de estas causas, lo pueden conducir a terminar sus días, ya sea caracterizado en alguna de las dos figuras que dan título a esta columna o, mejor aún, resguardándose en el sarcófago del olvido.

En realidad, su reaparición sólo importa a una facción de Morena, pues la otra u otras anhelan la extinción del patriarca para arrebatarle a los cercanos al patriarca las prebendas por estar en el “pinchi” poder, pues ya les toca.

La reaparición del patriarca no es inocua. Importa a una facción de Morena, aquella que todavía se alimenta de las prebendas que el poder les otorgó por cercanía con el líder.

Pero para otros grupos, su presencia es un obstáculo que debe ser removido. Anhelan la extinción del viejo caudillo, no por odio personal, sino por la necesidad de abrir espacio a nuevas ambiciones; el poder, como el fuego, no admite compartirlo sin quemar a los que se acercan demasiado.

La dualidad es evidente, se ofrece como mártir; sin embargo, la pregunta que flota en el aire es si ese sacrificio es genuino o si se trata de un último intento por conservar relevancia. El pavorreal se pavonea, pero la gallina busca refugio en el corral, temerosa de que el hacha caiga sobre su linaje político.

El ex mandatario lo sabe. Marrullero y colmilludo, ha aprendido que la política es un campo de batalla donde la astucia vale más que la fuerza. Su llamado a la unidad no es un gesto de reconciliación, sino una advertencia velada: si los feudos se desgarran entre sí, el desenlace puede ser sangriento.

Es el miedo a que sus correligionarios lo traicionen, a que el golpe de Estado que imagina no venga de enemigos externos, sino de las entrañas de su propio partido.

La historia está llena de líderes que, al perder el poder, se transforman en sombras de sí mismos: algunos se convierten en estatuas, otros en fantasmas. El ex presidente parece oscilar entre ambos destinos: la estatua del pavorreal que aún presume su plumaje y el fantasma de la gallina que huye del sacrificio.

La reaparición del patriarca no altera la vida cotidiana de quienes luchan por sobrevivir; sin embargo, en los pasillos del poder, su presencia es un recordatorio de que la política mexicana rara vez permite jubilaciones definitivas, sobre todo en los viejos caudillos regresan.

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¿Qué significa ser un pavorreal en la política? ¿Qué implica ser una gallina? El primero busca la gloria, el segundo la supervivencia. Ambos, sin embargo, comparten la misma condena: la imposibilidad de escapar del juicio de la historia; por ahora, lo único claro es que el patriarca ha vuelto a escena, desplegando sus plumas.

La metáfora del pavorreal y la gallina se convierte entonces en un espejo de la política mexicana. El poder es un disfraz que alterna entre la ostentación y el miedo.

He dicho.

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