PULSO

Eduardo Meraz

(des)Amparados

Eduardo Meraz

Debatiéndose entre el hampa del huachicol y la supuesta campaña en su contra, los hijos mayores del ex presidente sin nombre y sin palabra, niegan haber solicitado amparo para no ser detenidos; a pesar de la fortaleza presidencial en la cual se refugian, se sienten desamparados como cualquier hijo de vecina.

Como en ninguna otra etapa de México, los “cachorros de la transformación”, se empiezan a dar cuenta de la fragilidad de su posición, cuando las cuentas por saldar reclaman ser liquidadas y con intereses. Y entre más tiempo pase, los recargos moratorios serán más pesados y pueden hundirlos en la ignominia de la historia.

Los aliados y socios de hace unos meses, más por complicidad que por afecto, se encuentran en proceso de jibarización y muchos subordinados ya se dieron cuenta del temblor de piernas y facciones de angustia en sus rostros, como síntomas innegables del principio del fin.

La riqueza acumulada es insuficiente para mitigar las consecuencias de los agravios que infligieron a quienes rechazaron sus propuestas chapuceras, pero sobre todo a los millones de ciudadanos a los cuales ofendieron y lastimaron con su soberbia y dispendio.

Las mañaneras 2.0 carecen de las virtudes de su antecedentes y ni siquiera alcanzan a ser bálsamo para los pequeños raspones sufridos, sin entrar todavía a la arena política, en la cual muchos de sus correligionarios seguramente los dejaran inermes antes los gladiadores.

En el México contemporáneo, donde la narrativa oficial se construye a golpe de mañaneras y se desmorona entre escándalos judiciales, los hijos del poder enfrentan una paradoja inquietante: aun cuando son protegidos por el aparato presidencial, cada día son más vulnerables ante el juicio público y, muy posiblemente, la ley.

Durante años, los descendientes del poder han gozado de una impunidad casi inquebrantable. La cercanía con el titular del ejecutivo federal Ejecutivo les otorgaba no solo privilegios económicos, sino también los hacía sentirse cual semidioses; sin embargo, ese supremacismo ya muestra grietas, de donde emanan hedores de corrupción.

Ellos, que se presentaban como una nueva generación de líderes comprometidos con el cambio, hoy se percibe como una élite que reproduce los vicios del pasado: tráfico de influencias, enriquecimiento inexplicable y soberbia institucional, en modo superlativo.

Por más esfuerzos de lavarse la cara o, en última, instancia, negar hasta tres veces a predecesores y origen, el estima de los apellidos nulificarán cualquier amparo ético, político y económico.

La traición a esa esperanza no se mide en pesos, sino en la pérdida de credibilidad, en el desencanto colectivo que se convierte en fuerza política, una bola de nieve en ciernes, donde las leyes de la física mostrarán su carácter implacable.

En el mismo Morena, aquellos que hace unos meses eran seguidores entusiastas y estratégicos, hoy se repliegan, se encogen, se desmarcan; la complicidad, en otros casos que fue útil para consolidar poder, se convierte en un lastre cuando el barco comienza a hundirse, sobre todo por las manchas indelebles del huachicol fiscal.

La acumulación de riqueza, lejos de ser una tabla de salvación, se convierte en evidencia del desvío, en especial en un país donde millones viven en condiciones de pobreza; el dispendio de los hijos del poder no solo es ofensivo, sino también políticamente suicida.

La transformación prometida se ha convertido en una caricatura, y los protagonistas de esa farsa enfrentan ahora el juicio de la historia. No hay amparo que los proteja del desprecio ciudadano, ni estrategia mediática que borre los agravios.

Conformen pasan los días, las puertas de Palacio Nacional se irán cerrando; los resortes de la identidad y lealtad ya dieron de sí y son incapaces de preservar dureza y templanza.

Por esta realidad, es que los hijos del ex presidente se sienten desamparados, pues no es una cuestión meramente jurídica, sino existencial. Es el vacío que deja la pérdida de legitimidad, el aislamiento que provoca la traición a los principios; es el precio de haber confundido transformación con simulación.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

¿Qué cuentos e historias fantásticos traerá “El Abuelo”? Ojalá y nos deleiten sus pregones sobre el Edén de Adán.

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