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Eduardo Meraz

Gatopardismo infinito

Eduardo Meraz

La política, en México, parece haberse convertido en una puesta en escena perpetua donde los actores cambian, pero el guion permanece intacto, gobiernos van y vienen anunciando la buena nueva del fin de todos los males nacionales: la erradicación de la corrupción y el renacimiento de una patria justa.

Pero, hete aquí la inocencia de los mexicanos, renovada sexenalmente hasta cuando tenemos frente a nosotros a ese gato pardo, con su maullido de burla, al habernos visto nuevamente caer en el engaño, pues la mal llamada clase política, en todo este tiempo, ha perfeccionado sus mañas, volviendo perpetúa la máxima: todo cambia para que nada cambie.

El “gatopardismo”, no es solo una ironía histórica, sino una estrategia de supervivencia del sistema político mexicano, pues cada se sexenio se anuncian reformas con bombo y platillo, los funcionarios se presentan como redentores, y los programas sociales se visten de esperanza; pero tras bambalinas, las mañas se perfeccionan, los vicios se institucionalizan y la corrupción se reinventa con una creatividad que raya en lo artístico.

Lo más inquietante no es la persistencia del engaño, sino su sofisticación. Las reglas cambian, los formatos se actualizan, los discursos se adaptan al lenguaje de la época, pero el fondo permanece: una clase política que ha hecho del cinismo su escudo y del saqueo su vocación; no hay arrepentimiento ni vergüenza, solo una nueva narrativa para justificar lo injustificable.

La mala entraña parece ser la esencia en el servicio público, la cual es directamente proporcional al volumen de la estafa de recursos públicos cometida.

La mala entraña parece ser la constante en el servicio público. No se trata de errores aislados ni de manzanas podridas, sino de un sistema que premia la simulación y castiga la honestidad.

La inventiva gubernamental va más allá de renombrar proyectos y acciones , a manera de purificación anticipada, pero no se enfoca en resolver problemas, sino en diseñar mecanismos para desviar recursos, manipular estadísticas y maquillar fracasos.

Con o sin “Cartilla Moral”, los gobiernos de la transformación han hecho de la exacción de la riqueza nacional su principal propósito; el predominio de la ilicitud en gran parte de proyectos, programas y acciones gubernamentales es su auténtica “superioridad”, la cual presumen desde la supuesta supremacía ideológica del mal llamado “humanismo mexicano”.

La narrativa palaciega es otra forma de adoctrinamiento ético y los gobiernos de la transformación la han convertido en pieza de utilería, como lo demuestran las actuaciones del gabinete de la presidenta Claudia Sheinbaum, dejando de lado valores, justicia social y la legalidad, al tiempo de mirar con desprecio a la ciudadanía.

El gobierno que despacha y despecha desde Palacio, lejos de ser una ruptura con el pasado, ha perfeccionado las técnicas de saqueo, a través de un sin fin de irregularidades, sobrecostos y opacidad, igual y como lo hicieron priistas y panistas.

La política mexicana ha alcanzado niveles de simulación que desafían la lógica. Se combate la corrupción con funcionarios corruptos, se promueve la transparencia con contratos opacos, se defiende la democracia con prácticas autoritarias.

El ciudadano, atrapado entre la indignación y la resignación, observa cómo los mismos errores se repiten con nuevos rostros. La alternancia política no ha traído una renovación ética, sino una rotación de intereses y profundización de marrullerías.

Los partidos cambian de nombre, los líderes de discurso, pero el sistema sigue siendo el mismo: una maquinaria diseñada para el beneficio de unos pocos.

Lo único cierto es el callejón sin salida de este ciclo de gatopardismo infinito, en el cual nos encontramos los mexicanos, puesto que el problema no es solo político, sino cultural.

Mientras la sociedad tolere el engaño, celebre la picardía y normalice el abuso, los gobiernos seguirán perfeccionando sus mañas y en eso los cuatroteístas tienen un expertis incomparable.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Según el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo para este sexenio, que publicó el DOF, se busca el acceso efectivo a derechos fundamentales como la salud, la educación, la seguridad social y la infraestructura básica, contribuyendo a la construcción de una economía más igualitaria y resiliente.

Literalmente se trataría de un giro de 180 grados a lo realizado en los últimos siete años, gatopardismo puro.

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