PULSO

Eduardo Meraz

La lluvia, el T-MEC y Trump

Eduardo Meraz

Los aguaceros de los días recientes, en la cual millones de mexicanos parecen naufragar, pronto llegarán a su fin, pero no para el gobierno cuatroteísta frente a las presiones de Estados Unidos, cuyos torrenciales declaraciones y actos, amenazan con ahogar las aspiraciones de Palacio Nacional.

Si la administración claudista pretende remar contra la corriente trumpista, seguramente pronto se cansará pues los rápidos empujes y veloces acciones del mandatario Donald Trump, en sus prisas por contribuir al ordenamiento de su vecino sureño no admite demora.

El plazo de 90 días para establecer un arancel recíproco a México estuvo lejos de convertirse en un periodo vacacional veraniego. Por el contrario, dio origen a un monzón sobre seguridad y migración, donde la lluvia de drones -a petición o por iniciativa propia- y la militarización de fronteras pueden enfangar Palacio Nacional.

Así, entre las aguas turbulentas de la política exterior estadounidense, la administración de la presidenta Sheinbaum Pardo trata de mantener el equilibrio entre soberanía y cooperación; sin embargo, los aguaceros recientes —tanto meteorológicos como diplomáticos— han puesto a prueba la capacidad del gobierno mexicano para no sucumbir.

La amenaza de imponer aranceles recíprocos no fue una advertencia aislada; más bien forma parte de una estrategia más amplia de Trump para moldear el comportamiento del gobierno mexicano, especialmente en temas de seguridad fronteriza y migración.

La extradición de la segunda línea de 26 capos de los principales cárteles mexicanos; la incautación de bienes a integrantes de la Familia Michoacana, la reiteración de Tom Homan de arrasar de la faz de la tierra a los cárteles, anticipan una granizada de acciones estadounidenses para romper los lazos entre el crimen organizado y autoridades mexicanas de los tres niveles.

No se trata de simples medidas de vigilancia: son símbolos de una política exterior agresiva que busca controlar lo que ocurre más allá del Río Bravo.

La velocidad con la que se mueven las decisiones en Washington contrasta con la parsimonia burocrática de Palacio Nacional, lo que deja al gobierno mexicano en una posición reactiva y frágil, tanto en términos económicos como ideológicos.

Además, la narrativa oficial de soberanía y autodeterminación apenas si alcanza para mantener la popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum y nada más.

Es tan pobre y falta de vigor el llamamiento al patriotismo que ni siquiera sirve para forzar a sus correligionarios a remar al mismo ritmo y dirección que desea la mandataria.

Esta imagen de debilidad hacia el exterior ya fue bien asimilada por Donald Trump, para quien lo que él decida, tanto en México como en Canadá se hace en el tiempo y forma que él decida.

La tempestad, el mal tiempo o tormenta tropical llamada Donald, seguramente provocará muchos damnificados en el cuatroteísmo y no pocos desaparecidos; también vendrá acompañado de fuertes vientos y exigencias dentro del tratado de libre comercio.

Estas previsibles consecuencias del desdén cuatroteísta desde 2018 hacia Estados Unidos y que, en efecto, dejó importantes ganancias al grupo en el poder, ha caducado.

El nuevo marco constitucional de tonalidad guinda será de muy difícil aplicación ante el torrente de reclamos y peticiones estadounidenses que se avecinan; tan es así, que la próxima reforma electoral será insuficiente para garantizar la continuidad del supuesto supremacismo morenista.

Apenas unos cuantos ventarrones y el partido en el poder ya lo reciente y no sólo se descarapela en su fachada de fortaleza, sino las fisuras pueden convertirse en grietas profundas.

El próximo amainamiento de las lluvias para los ciudadanos está próximo, aunque dejará sus huellas: calles inundadas, infraestructura dañada, comunidades afectadas.

Lo mismo o, tal vez, más grave, ocurre con las tormentas diplomáticas. Aunque las presiones de Trump puedan disminuir, sus efectos perduran. Por tanto, los mexicanos debemos prepararnos no solo para resistir, sino para reconstruir.

Ante este escenario en el cual la 4T naufraga ante la fuerza de los vientos del norte, toda vez que las decisiones internas parecen responder más a presiones externas que a convicciones propias.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Cuando ves las barbas de Maduro cortar, pon las de Andrés a remojar.

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