Venceremos o no nos vencerán
Eduardo Meraz
Todo mundo se ha desgarrado las vestiduras, pero nadie, ni la ofendida directamente, ha mencionado la disposición a denunciar o demandar al interfecto por difamación; actitud ciertamente medrosa dentro del cuatroteísmo. Ahora el grito de batalla “no nos vencerán” ocupa el espacio del ancestro “venceremos”.
Así la posición emanada desde la plancha del Zócalo ante la andanada contra el país, proveniente de allende el río Bravo, donde los obuses hacia las políticas adoptadas por México en los años muy recientes, empiezan a hacer realidad la expresión: vecinos distantes.
La consigna del momento, “¡No nos vencerán!”, resuena con el mismo fervor de quien dice “¡no lloverá!” mientras moja sus zapatos en un charco. En otros tiempos, el “¡Venceremos!” tenía su encanto revolucionario, idealista… ahora suena a eco de karaoke mal cantado en Palacio Nacional.
Donald Trump ha hecho de los aranceles su principal ariete para desmantelar el muro de engaños construidos desde la época del ex presidente sin nombre y sin palabra, quien dio paso franco a la migración y manga ancha a los grupos criminales; y de ambas acciones, más el huachicol sus cercanos -sin él ser la excepción- hicieron jugosos negocios.
Y ante la ofensiva “trumpista”, los negociadores mexicanos cundo mucho aspiran a no perder la visa, sea diplomática o no, sabedores de la debilidad económica, social y política del segundo piso transformador, en cuyas ruinas nadie encuentra el piso suficientemente firme como para resistir las presiones estadounidenses.
El señalamiento del presidente Donald Trump en el sentido de que el gobierno de Claudia Sheinbaum no ha hecho los suficiente para frenar el tráfico de fentanilo -misma acusación que hizo contra Canadá- , es clara manifestación de la desconfianza que le generan las cifras quincenales del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.
Según las cifras manejadas por el gobierno mexicano, la migración se redujo en más de 80 por ciento, el tráfico de drogas sintéticas en poco más de 40 por ciento y se ha entregado a más de tres decenas de capos de la delincuencia.
Y no es suficiente, porque como lo acaba de decir el embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson el camino “no será fácil. No todo es fácil y no será todo gratis ni indoloro, pero es algo que debemos hacer”.
Dentro de esta corriente de cuestionamientos a la forma de gobernar de la presidenta mexicana, el juicio que se sigue a los llamados “Chapitos” -Ovidio y Joaquín- más la información que ofrezcan el resto de los extraditados seguramente se traducirán en expedientes incómodos y, en una especie de justicia mediática altisonante.
En este escenario, los obuses norteños, además de tanques, drones y buques en las zonas limítrofes, vienen envueltos para regalo aranceles, desaires políticos y declaraciones incriminatorias, oficiales, oficiosas u oficiantes a las cuales pocos liderazgos del cuatroteísmo podrán escapar.
Pero no debemos preocuparnos, pues el prestigio, la soberanía, independencia, investidura están perfectamente resguardados por la indignación del masioserísmo cuatroteísta, el cual se sirve en taza de café y la valentía se reserva para los tuits anónimos o las concentraciones en la Plaza de la Constitución, aderezadas por el canto del Himno Nacional.
Ninguno de los funcionarios públicos del gabinete actual se ha atrevido a acusar al abogado de Ovidio Guzmán por difamación. Si son inexactas o falsas las declaraciones de Jeffrey Lichtman, ya deberían haber proliferado las demandas, los señalamientos formales, los expedientes judiciales.
Esta falta de virilidad en el círculo cercano de la habitante principal palaciega, es una ofensa -esta sí- al pueblo mexicano, harto ya de que el oficialismo se contente con una indignación convertida en performance, y la estrategia jurídica en meme viral, para que al final del día, cuando todos se van a dormir, el eco de “no nos vencerán” quede flotando, rebotando en las paredes de Palacio Nacional.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
México es el segundo país en el mundo con más periodistas asesinados este año, seis, sólo superado por Palestina, nación en la que la guerra contra Israel ha costado la vida de 11 comunicadores en lo que va del 2025.