“De baby boomers a daddy bombers”
Eduardo Meraz
Algunos integrantes de la generación de nacidos al término de la Segunda Guerra Mundial, hoy se encuentran entre los principales líderes del mundo. En poco más de medio siglo, pasaron de ser “baby boomers” a “daddy bombers” y están a punto de llevar al mundo a un tercer enfrentamiento global.
Hijos de muchos combatientes en la conflagración de fines de los 30 y primera mitad de los 40 del siglo pasado, que vivieron y convivieron con la generación del “amor y paz”, hoy son los incitadores de una batalla de dimensiones extraordinarias y posibles efectos impredecibles.
Desde el punto de vista de quien esto escribe, este cambio puede tener dos explicaciones: la guerra de Vietnam y la insuficiencia de ácido fólico en sus progenitores y en ellos mismos durante la gestión y primeros años de vida.
Estos líderes han hecho de la intolerancia, la soberbia y el populismo sus principales instrumentos para conmover a millones de seres humanos y convencerlos de la grandeza de sus respectivas naciones (Estados Unidos, Israel, Irán, China, Rusia, México) y de ser los únicos salvadores.
Para ello, no paran en mientes; recurren al engaño, el chantaje, la persuasión, la disuasión y a cuanta forma de manipular a los demás encuentren para cumplir con la misión divina que les ha sido encomendada. Idea que sólo bota y rebota en su cabeza y ellos creen a pie juntillas.
Parece que la insatisfacción personal por no haber alcanzado los propósitos infantiles y juveniles los ha forzado, para no morir de frustración, a llegar a extremos a través de los cuales la gente los reconozca y pasen a la historia como grandes transformadores.
En algunos casos, esos “baby boomers” han terminado por derruir la bases existentes del modelo en el que crecieron, se desarrollaron, padecieron y disfrutaron, pero sin llegar a levantar un nuevo andamiaje ya no digamos mejor, sino menos desigual.
Por lo mostrado por el populismo feudal de la mayoría de los dirigentes o jefes de estado de las principales potencias, estos se siente dueños de valles y vidas, pero con el agravante de la tecnología moderna, la inteligencia artificial y las armas nucleares.
Si antiguamente la receta para mantener el control de la sociedad era la zanahoria y el garrote. En los tiempos modernos, se han invertido los papeles: primero el garrote y luego la zanahoria. Es decir, primero el miedo y el terror para inhibir deseos libertarios ; y luego el premio, que es el largo y siempre postergado futuro promisorio.
Hemos visto como los principales líderes pretenden imponer su visión, como si fuera la única y auténtica verdad, en una esfuerzo adoctrinador, para expulsar la diversidad y pluralidad, que son esencia humana.
Con pequeñas y, a veces, imperceptibles variaciones, los populistas del siglo 21 constituyen un prototipo, tipo regatonero, de no más de 500 palabras y un decálogo de ideas, las cuales machacan día y noche, a manera de karma, para ver si se vuelve realidad o se materializan su deseo de lograr el “cambio de régimen”, cualquier cosa que eso signifique.
Sería un despropósito creer que la aparición de conflictos bélicos tiene algo que ver con un estancamiento económico casi generalizado en las principales naciones y la urgencia de que Estados Unidos empiece a corregir sus enormes déficits comercial, fiscal y de deuda externa.
Y mientras el “cambio de régimen” se torna corpóreo, los últimos sobrevivientes de los “baby boomers” se encargan de demostrar que la sabiduría no llega con los años, por lo que en ese querer recuperar la fuerza de la mano izquierda, terminan por convertirse en “daddy bombers”, sin sugar.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Si en el pasado inmediato previo juró y perjuró que habría medicamentos, pue si no, se dejaría de llamar como se llamaba, el habitante temporal de Palacio Nacional; ahora la diferencia es que no se ha comprometido a cambiarse el nombre, pero siguen sin llegar los fármacos. Y mes con mes, se va alargando la celebración, igualito que en Dinamarca.