Sicarios y supremacistas
Eduardo Meraz
La soberbia e intolerancia derramada desde Palacio Nacional hacia todas las oficinas de gobierno y del partido en el poder es directamente proporcional al tamaño de los fracasos o escasos resultados de una trompicada, destartalada gestión gubernamental.
En la búsqueda de equilibrar la visión reprobatoria de buena parte de mexicanos y casi unánime en el extranjero, la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum se ha dado cuenta de la insuficiencia de los “otros datos” -ese mundo raro- para convencer a quienes no comparten sus puntos de vista.
Para ello, han hecho del sicariato verbal su principal herramienta de defensa y ataque. La negación de fallas, insuficiencias o errores es el punto de partida a partir del cual el cuatroteísmo esconde la realidad y empieza a mostrar la escenografía color de rosa del México de sus sueños, aunque para el resto sea una pesadilla cotidiana.
Un segundo argumento o, mejor dicho, momento también muy socorrido, consiste en fingir demencia, desconocimiento del acontecer día con día, por lo cual se lanza la habitual promesa de indagar, investigar y, si los datos ayudan, presentarlos en fecha ulterior.
Si bien inicialmente fue considerado como el último instrumento a emplearse, en realidad la animosidad de muchos de los cuatroteístas de viejo y nuevo cuño les gana, como le acontece con frecuencia al presidente de la mesa directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña, y se vuelven lenguas viperinas.
Ellos son los sicarios verborreicos del oficialismo, los cuales tienen la insustituible misión de desvirtuar la realidad, expresada por otras fuentes distintas a las guindas y, de ser posible, arrasar, destruir argumentos y moral de los extraños.
Adjetivar es el fácil expediente al cual recurren sin pena -y sin gloria- para minimizar, silenciar o desaparecer esas voces incómodas, que deben soportar toda la andanada de los medios oficiales y oficioso.
Los “noroñistas”, tan dados a los golpes de pecho, han convertido la supuesta supremacía legal en la expresión más acabada de clasismo y racismo al referirse a adversarios y opositores. Supremacismo inmoral, pero que sirve para congraciarse con la comandanta suprema.
Ah, pero que esos “contras” no se atrevan siquiera a hacer una descripción o retrato hablado de los liderazgos morenistas, porque sienten como si les echaran ácido y, en vez de cauterizar las heridas, las exhiben purulentas.
De piel delgada, el cuatroteísmo se victimiza a la menor provocación, a pesar de contar con todo el dinero, el poder y los medios para contrarrestar presuntas ofensas.
Y se dicen heridos y lastimados hasta la ignominia por el hecho de dirigirse a ellos en términos diminutivos o se les clasifica en un segmento en donde están caracterizados, pero reclaman y exigen que los demás se asuman como “traidores a la patria” si no cumplen los mandatos cuatroteístas y palaciegos.
Un claro ejemplo de esta visión sicaria y supremacista la externa Ricardo Monreal Ávila, titular de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, con un total y absoluto extravío ideológico, lingüístico y legal, a fin de justificar su proceder convenenciero.
A raíz de la no nominación por parte de Morena y la no obtención del bastón de mando, el zacatecano ha caído en excesos de todo tipo, particularmente verbales. Sin embargo, a partir de septiembre, el oficialismo tendrá a su disposición a la verdadera dictadura de la toga y el martillo.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
De acuerdo con cifras oficiales, alrededor de 12 mil elementos del Ejército y la Marina se han dado de baja entre 2022 y 2024. Algunos especialistas señalan como uno de los factores fue la creación de la Guardia Nacional y los movimientos internos que provocó dentro de las fuerzas armadas.