Seguridad en duda
Eduardo Meraz
Demasiado frecuente en las más recientes semanas los ofrecimientos del gobierno de Estados Unidos a la presidenta Claudia Sheinbaum de poner a su servicio, armas, militares, equipo, inteligencia para combatir al crimen organizado. ¿ Sabrán algo y nosotros no?
El presidente Donald Trump, el secretario de Estado Marco Rubio, el embajador Ronald Johnson y el dirigente de la American Society Larry Rubín, se han puesto de acuerdo para insistir en la necesidad de devolver al gobierno mexicano la capacidad de cumplir con una de sus principales obligaciones, dar seguridad a sus gobernados, en sus personas y bienes.
Si partimos de la base de cómo ha ido escalando la violencia en los enfrentamientos entre grupos criminales o entre estos y las fuerzas del orden, es evidente la fuerte puja para ver qué grupo se vuelve dominante.
Y no estamos hablando únicamente de batallas entre bandas y cárteles de delincuentes. También hacemos referencia a las fuertes disputas al interior de la coalición gobernante (Morena, PT y Partido Verde), así como interpartidista en cada uno de ellos.
Estos desencuentros son resultado del reacomodo entre los principales del sexenio pasado y quienes en esta administración llevan mano en la toma de decisiones. Rencillas cada vez más difícil de darse en un escenario de civilidad; la intervención de grupos externos y poco honorables vuelven cruentos los duelos.
Más allá de la veracidad de las cifras dadas a conocer por el Gabinete de Seguridad sobre el combate al crimen organizado y la entrega a Estados Unidos de 29 delincuentes de alto rango, están dando lugar a una reconfiguración de fuerzas entre los principales cárteles mexicanos y, por ende, entre sus asociados y/o protectores en las oficinas de gobierno.
Aun cuando no se quiere reconocer o aceptar públicamente la desestabilización en todos los niveles que esta -llamémosle así- “reingeniería delincuencial” ha traído consigo.
En todo este maremágnum de luchas, órdenes y contra órdenes hemos visto una especie de descomposición de los pactos -escritos y no- en todos los grupos, públicos y privados, lícitos e ilícitos. Y, significativamente el único acuerdo dado a conocer es entre la facción de “Los Chapitos” del Cártel de Sinaloa, y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
En cambio, también se ha hecho público los diferendos entre los secretarios de la Defensa, Ricardo Trevilla Trejo, y el de Seguridad, Omar García Harfuch.
Estos escenarios contrastantes pueden ser uno de los motivos por los cuales el gobierno estadounidense se muestra tan solícito en poner a disposición de la administración de Claudia Sheinbaum recursos de todo tipo -económicos, financieros, materiales, tecnológicos-, a fin de que pueda hacer prevalecer el principio de autoridad.
Tanta insistencia norteamericana parecería ir en proporción a la creencia de debilidad del poder ejecutivo frente a otros poderes fácticos, institucionales y de nuevo cuño. De otra manera no se explica esta “declaraciones concertada” de los funcionarios estadounidense con los cuales México tendría mayor trato.
Antes de iniciar cualquier batalla, es menester conocer la calidad y cantidad de las fuerzas con las cuales se cuenta y una idea lo más cercana posible a las del adversario, a fin de poder diseñar la mejor estrategia.
En el caso de los responsables de llevar a cabo el segundo piso de la transformación, parecen más preocupados por afianzar lo previo, en lugar de dar nuevos pasos, contribuyendo a generar un ambiente de incertidumbre y desconfianza.
Despejar dudas sobre la capacidad del gobierno para garantizar la seguridad de los mexicanos, es consustancial a hacer realidad la máxima de la tauromaquia: “para ser torero, lo primero es parecerlo”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
¿Encapsulará la presidenta Claudia Sheinbaum a los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el viernes durante la entrevista que sostendrán, a manera de reciprocidad?