PULSO

Eduardo Meraz

Embarcados

Eduardo Meraz

Lo sucedido en el barco escuela “Cuauhtémoc” en Nueva York, dónde dos jóvenes marinos perdieron la vida y otros 20 están malheridos, es fiel reflejo de la capacidad real del actual gobierno de México: negligencia a toda prueba.

Una demostración de belleza y destreza terminó en tragedia, debido a los cálculos mal elaborados por los mandos de la Secretaría de Marina, al no calcular la altura de los mástiles, y no sólo fue del carajo, sino lastimaron la confianza y el orgullo nacional.

Si eso acontece a un sector admirado y querido por la gran mayoría de los mexicanos, las esperanzas de contar con una administración profesional, ética y comprometida, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, se desploman como las velas del navío insignia.

De finales de 2018 a la fecha, lo único para lo cual está, incluso, sobrecalificado el cuatroteísmo, es la corrupción, pues mientras los neoliberales iban, el cártel guinda ya estaba de regreso y con dos vueltas de ventaja.

Si se pudiera hacer un recuento de todas y cada una de las trapacerías de los cuatroteístas en los tres niveles de gobierno y en todos los órdenes y poderes, fácilmente podría ser el equivalente a un presupuesto anual.

Es decir, desde las aportaciones para agilizar cualquier trámite o evitar una sanción, hasta los negocios jugosos que llevan el visto bueno presidencial.

Obviamente, en los primeros lugares, por el dinero involucrados, se encuentran las obras emblemáticas; las compras de medicamentos y vacunas, así como los insumos y equipos médicos; las adjudicaciones directas y el jineteo de los recursos públicos.

Mención especial se la ha ganado la actividad estrella de la nefasta transformación: el huachicol. Lo que en principio únicamente se refería a productos petrolíferos, se ha extendido al agua, electricidad, programas sociales, medicinas, gas, ayudas a víctimas de desastres y un largo etcétera.

El huachicol tiene el rango de deidad, de actividad divina para el oficialismo, pues su principal cualidad es que en el gobierno todos saben que existe, pero nadie puede verlo.

La capa de invisibilidad que rodea a esta actividad y al sistema de compras gubernamentales, tiene como propósito evitar el desnudo de las piernas del cuatroteísmo, pues son las columnas que lo mantienen firmemente anclado a los valores guindas: sí robar, sí mentir, sí traicionar.

Como a los tripulantes del buque Cuauhtémoc, a buen número de mexicanos, quedamos embarcados en los sueños guajiros de quienes han dado prueba fehacientes e irrefutables de su incapacidad para gobernar.

Cuál si fuéramos legisladores de la mayoría cuatroteísta, los mexicanos nos sentimos secuestrados por lidercillos de poca monta, pero billetudos a montones, que nos quieren obligar a cruzar un puente de dimensiones diferentes.

El copete de la corrupción de la pasada y actual administraciones sobrepasó la altura de la ética en la cual nos movemos los mexicanos. Las velas, como el pañuelito blanco, se quemaron, se vinieron abajo los mástiles y la deshonra y el deshonor son la imagen con la cual ahora se identifica el navío transformador.

Y como hemos visto en fechas recientes, la caída de estructuras por todos lados es ya otro de los signos distintivos de eventos organizados o autorizados por las autoridades guindas.

Eso, más la falla mecánica del buque Cuauhtémoc son señales claras de que las cosas no marchan bien; de que son más los hechos adversos a los buenos y de la inutilidad de recurrir a las limpias o detentes, cuando la ausencia de capacidades y responsabilidad son el sello vigente.

No falta mucho para que la embarcación cuatroteísta haga agua, pues además de que cada sección rema para su lado, el capitán, la capitana, no sabe cuál es el rumbo y puede encallar en el arrecife Donald Trump. El riesgo es que los mexicanos quedemos embarcados en este buque.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) advierte que el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo lanza mensajes falsos, cuando afirma que México no se endeudará para contar con recursos para el gasto público. Se estima que, en 2030, estará en casi 25 billones de pesos, lo que implica un aumento de 7.5 billones en la deuda pública, en este sexenio.

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AA

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