“No habemus”
Eduardo Meraz
Mientras la grey católica en todo el mundo celebraba la llegada del Papa 267, León XIV, en México se ha generalizado el “no habemus”, es decir: “no tenemos”. En efecto, carecemos de: fortaleza económica, un gobierno honesto, un sistema de salud bueno, libertades y derechos humanos; democracia, equilibrio de poderes, libertad de expresión y de prensa y un larguísimo etcétera.
Mientras la riqueza espiritual emanada de El Vaticano con la designación del sucesor de Francisco, en el Palacio Nacional y las principales oficinas gubernamentales emana el tufo de la corrupción, la ineptitud, el engaño, los vínculos con el crimen organizado y el amasiato con los hombres de negocio.
Justo, todo el esquema de relaciones y prácticas por tanto tiempo odiadas y condenadas, se han confabulado en contra de los cuatroteístas, hoy tan débiles a los llamados del dinero, la fama y el poder, al “dulce encanto de la burguesía”.
Las lecciones aprendidas durante la romántica y austera etapa opositora, no sólo forjaron caracteres, también endurecieron la piel a cualquier señalamiento; rudeza y dureza que la llegada al poder transformó en cinismo y desvergüenza ante señalamientos de los otros, de los ajenos a mí.
Curtidos en las batallas donde nunca fueron carne de cañón, sino dirigentes de movimiento, han entendido el valor de establecer sinergias con todos aquellos dispuestos a compartir posiciones y dinero.
Con un IQ extremadamente alto para el “cash” y los “bussiness” en criptomonedas u otras formas poco ortodoxas de valores pecuniarios, difíciles de rastrear, los “cachorros de la transformación” -algunos no tan cachorros- se vuelven protagonistas de drama coreano si alguien pone en duda su honorabilidad.
Habituados a ser el manantial de la perversidad, son capaces hasta de engañar o mentir a su líder, como queda demostrado al desechar el decálogo o “Manual de Sheinbaum de las buenas costumbres cuatroteístas” u olvidar la “Cartilla Moral” del sexenio anterior, cuyo epígrafe lo dictó la senadora Andrea Chávez: “ya veremos”, en alusión a las obligaciones a cumplir.
El “habemus” cuatroteísta se piensa centenario. El más reciente Consejo Nacional de Morena es demostración plena del mundo alterno en el cual viven y se desenvuelven los dirigentes y líderes guindas.
Aunque juntos, pero no revueltos, los sudores, saludos, sonrisas y abrazos se distribuyen conforme al formato más tradicional, una demostración del clasismo subyacente -diría el Banco de México o el Inegi-entre los morenistas de primera, segunda, tercera y, claro, cuarta.
En la parte más encumbrada se encuentran, ubican y a veces se identifican priistas, panistas, perredistas y morenistas, los que parten y reparten el queso. Un nivel inferior, está integrado por los operadores, los responsables de aparecer y desaparecer los caprichos de los superiores.
Y así, hasta llegar con un buen porcentaje de los beneficiarios de los mal llamados programas sociales, cuando en realidad son devoluciones de impuestos para medio compensar la falta de servicios públicos, de medicamentos, de seguridad, de empleo, etcétera.
De acuerdo con cifras del Coneval, el Inegi y otros organismos e instituciones académicas, son unos cuantos mexicano que a diario ven salir humo blanco de sus bolsillos.
Otro 40 por ciento de compatriotas se ubican entre los “medio habemus”, aunque con algunas diferencias, pero siempre con la aspiración de ascender al grupo de la minoría privilegiada.
Y finalmente, las cifras oficiales y extraoficiales reconocen que poco más de la mitad de la población, en términos económicos, nos encontramos en situación de “no habemus” -no tenemos-los mínimos necesarios establecidos como derechos humanos indispensables; somos “Los condenados de la tierra”, como diría Franz Fanon.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, instó esta semana a los republicanos del Congreso a subir los impuestos a los ricos como parte de su «Gran y Hermoso Proyecto de Ley», pero se está topando con obstáculos dentro de su partido, según informan los medios locales.
Algún paralelismo con México. Ambos ejecutivos tienen la mayoría en sus Congresos, pero no siempre les hacen caso.