Jitomatazos
Eduardo Meraz
Sin correr las cortesías entre jefes de Estado, el presidente Donald Trump simple y sencillamente decidió imponer un arancel de 21 por ciento al jitomate -tomate- mexicano, por supuesto “dumping”. Fue un auténtico jitomatazo totalmente inesperado.
Por encima de las consideraciones económicas de haber adoptado una medida así, estaríamos vislumbrando el propósito del gobierno estadounidense por presionar por dos asuntos.
De una parte, forzar al gobierno mexicano a cumplir con lo convenido en el contrato de aguas suscrito por ambos países desde hace 80 años, pues la “entrega inmediata” del líquido, ofrecida por la presidenta Claudia Sheinbaum, no fue tal.
La disposición presidencial de Palacio Nacional para aplacar los amagos del mandatario estadounidense en este caso, se han topado con la poca disposición de los gobernadores de Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas de entregar agua al gobierno norteamericano, no por capricho, sino por escasez en la disponibilidad del líquido.
La sequía que ha estado presente en años recientes en territorio mexicano no sólo ha erosionado las tierras, sino dejado con severas limitantes de agua, tanto para las actividades productivas en el campo -agricultura y ganadería-, como para consumo humano.
Por la otra, podría especularse con la idea de estrechar el cerco hacia los integrantes del Cártel de Sinaloa, pues es de todos conocido como en esta entidad federativa, el jitomate es uno de los principales productos de exportación de los productores del campo de Sinaloa.
Al imponer un arancel de 21 por ciento a las ventas de este fruto hacia los Estados Unidos, uno de los principales alimentos de exportación del campo sinaloense, es probable que salgan de las preferencias de los clientes en el lado norteamericano y no consuman las mismas cantidades del mismo, con lo cual contribuirían a ahogar más la producción de Sinaloa.
Afectada de manera severa la economía sinaloense, se registraría el éxodo de parte de la población, con lo cual se disminuirían potenciales “daños colaterales” en caso de que las fuerzas del orden de Estados Unidos optaran por una acción punitiva contra este agrupamiento criminal.
En cualquiera de los dos casos, es evidente la existencia de insatisfacción en el presidente Trump hacia las tareas emprendidas por su homóloga para dar cumplimiento a las exigencias del mandatario estadounidense desde que asumió el poder.
Los aranceles se han convertido en la principal “arma de negociación” de Donald Trump y los utiliza a destajo, aunque de manera burda y con tiempos contradictorios, una especie de freno y arranque, que trae loco no sólo a México y Canadá -sus socios en el T-MEC-, sino a todo el mundo.
Así, entre aranceles y jitomatazos, los mexicanos estamos a merced de los estados de ánimo de Donald Trump, mientras los inefables integrantes del gabinete de la presidenta Claudia Sheinbaum, que no pierden oportunidad de demostrarnos la inutilidad de su accionar.
Tendencia que, de hecho, desde el sexenio anterior empezó a cobrar cuerpo y, hoy, es una realidad de grandiosa magnificencia, pues los secretarios de Economía y de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, se muestran como maridos engañados: se enteran siempre al último de estar siendo engañados.
La reiteración de la mandataria Claudia Sheinbaum por hablar de negociación y colaboración con el presidente Trump cada vez se vuelve menos creíble, como la queja de este día de no haber recibido la notificación previa sobre el arancel al jitomate.
También la insistencia de mostrar confianza en llegar a acuerdos con su principal socio y vecino parece más una plegaria que algo que pueda materializarse, pues todo hace prever que la inexistencia de argumentos y condiciones vuelven a México vulnerable en el nuevo escenario mundial en comercio.
Frente a un panorama poco alentador, a los mexicanos nos queda como último recurso manifestar nuestro descontento arrojando documentos a los malos funcionarios, cuyo espectáculo es tan pobre e intrascendente como su compromiso con al país y con la comandanta suprema.
He dicho.
EFECTO DOMINO
Negar la magnitud de la crisis de desaparecidos en el país, es ignorar a las víctimas, deslegitimar la labor de sus familias y organizaciones que exigen verdad y justicia, y obstaculizar cualquier avance significativo, dijo Amnistía Internacional (AI) México.
Por lo mismo, llamó a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que dirige Rosario Piedra Ibarra, a reconocer la gravedad de la crisis, escuchar a las familias y trabajar con quienes llevan años enfrentando esta emergencia humanitaria.