Crudos
Eduardo Meraz
De aquellos felices días cuando los mexicanos íbamos a administrar la abundancia, a casi contentarnos con el supuesto rescate de Pemex y ahora enterarnos que le entregarán buena parte de la petrolera al hombre más rico de México, simboliza pasar de la borrachera a la resaca en apenas cuatro décadas.
Si a pesar de un apoyo de los contribuyentes mexicanos, durante el primer piso de la transformación, por más de 2.2 billones de pesos, Petróleos Mexicanos tuvo pérdidas en 2024 por más de 620 millones de pesos, fue por la pésima administración de dicho gobierno.
El grave desbalance en las finanzas de la petrolera ha traído como consecuencia dos medidas lejanas del pronunciamiento: “el petróleo es de los mexicanos, de la nación, del pueblo”.
Por un lado, nuestros representantes en el Congreso, diputados y senadores, aprobaron un nuevo régimen fiscal para Pemex, mediante el cual pagarán menos impuestos, alrededor de la mitad, a través del mal llamado “derecho petrolero del bienestar”.
Por otro, se dio a conocer la inversión de Grupo Carso en Petróleos Mexicanos en proyectos de exploración y explotación del crudo, justo después del cambio de “régimen fiscal”, una auténtica ganga para aquellos inversionistas privados que cuente con el visto bueno del régimen.
En tanto, la parte pública de la industria petrolera y sus derivados seguirá batallando para pagar, por lo pronto el medio billón de pesos a proveedores de bienes y servicio, aunque en las arcas petroleras no hay cash para cubrir esos compromisos.
De acuerdo con lo declarado y comprometido por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, prácticamente al concluir marzo se liquidaría la totalidad de los adeudos con los abastecedores de Pemex; sin embargo, entre principios de diciembre y los días que corren, la deuda creció en más de 100 mil millones de pesos.
Y esto, en medio de una empresa que cada vez produce menos petróleo y más caro, con competidores internos y externos que han hecho del huachicol -por piquetes en ductos y el contrabando de combustibles- un jugoso negocio y una pésima administración en los últimos seis años, es campo fértil para “revertir” parte del carácter nacionalista de la industria petrolera.
Desde hace casi una década, Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo. En ese lapso, el pago de intereses y aportaciones mínimas a la reducción del principal, han significado miles de millones de dólares, sin que por ello sus condiciones muestren mejoras en su evolución crediticia o en su capacidad de producción.
En lugar de producir un promedio diario de 2.7 millones de barriles, en los días que corren con dificultades produce 1.3 millones y cada día importa más gasolina y gas. Con el agravante de la función de refinación, donde las pérdidas con cuantiosísimas y con una refinería aún sin entrar en operación, pero que costó el triple de los presupuestado.
Toda esta numerología sobre la operación de Pemex, es indicativo de la incapacidad gubernamental para aprovechar de manera eficiente la riqueza petrolera y haberla convertido en chapopote de mala calidad, prácticamente sin valor y operación carísima.
Salvo una acción inesperada y forzada por las condiciones actuales, en términos económicos y financieros, es poco probable que los mexicanos logremos dejar sin efecto la maldición de los veneros que nos escrituró el diablo, como se designaba a los yacimientos y ductos de petróleo.
Abusos, despilfarro, mal uso de recursos y una buena dosis de valemadrismo por parte de casi toda la comunidad petrolera, han puesto en situación de quiebra a la petrolera estatal.
Realidad cruda, de la cual el rancio nacionalismo del cuatroteísmo se niega a reconocer, indica que, al paso que vamos, nos quedemos sin petróleo y sin dinero los millones de mexicanos que, sin disfrutar la borrachera, amaneceremos con una cruda de dimensiones épocas y de largo plazo.
He dicho.
EFECTO DOMINO
Y mientras los veneros del diablo aún no se agotan, estamos padeciendo la multiplicación de las fosas del crimen organizado.
En tanto, estamos ante un hecho inédito: a Estados Unidos le faltan huevos.