Por: Fernando Dávila
Tras la segunda Marcha Antigentrificación llevada a cabo en el sur de la Ciudad de México (CDMX), el protagonismo se lo llevó un grupo de personas que ingresaron a Ciudad Universitaria y realizaron disturbios en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y la quema de libros de la librería Julio Torri.





Esto generó que la UNAM emitiera un comunicado el mismo día, el cual calificó los actos como vandálicos y aseguró que presentaría las denuncias correspondientes a la Fiscalía capitalina. Sin embargo, en redes se cuestionaron las acciones de los “grupos de choque” al justificar que el recinto no tiene relación alguna con la gentrificación.
Entonces surge la pregunta que ha provocado un debate entre la ciudadanía: ¿es una protesta legítima o violencia injustificada?
En la Secretaría de Gobierno de la CDMX se aseguró que la movilización fue “pacífica”, sin embargo, la jefa de Gobierno Clara Brugada reconoció este lunes que sí hubo presencia policial en la zona, pero ―por respeto a la autonomía universitaria― no intervinieron. “Respaldamos el derecho a manifestarse, pero no reconocemos la violencia como vía a ningún fin”, subrayó.
Por otro lado, se reportó que varios organizadores de la marcha pidieron no se desvirtuara el movimiento central con disturbios e incluso, se marcó distancia con el grupo encapuchado. Hasta el momento se sabe que, durante la marcha, se desprendió del contingente un conjunto de personas que se dirigieron a Ciudad Universitaria para realizar pintas y destrozos en el Centro Cultural.
El ataque al MUAC no parece casual: el museo ha sido señalado por voces críticas como un símbolo del arte institucional, ligado a intereses de élite. Su acervo de más de 2 mil obras, según la historiadora María Eugenia Sánchez Celaya, incluye parte de la Colección Fundación Slim, una de las más importantes del país, pero también como objeto de acusaciones.
Se mencionó que el museo alberga un “Arte blanco, elitista y desconectado del pueblo”, pero en los hechos, su acervo contiene obras de numerosos artistas mexicanos independientes, emergentes y activistas que generan narrativas sociales, de género, memoria y resistencia. Por lo que esto, parece no coincidir con las protestas del movimiento.
Un joven perteneciente al grupo de personas encapuchadas se viralizó en redes al presentarse como presunto estudiante de la Facultad de Arquitectura y tomó el micrófono frente al MUAC: “Llamamos al gremio del hábitat a estar del lado del pueblo, no del capital. Desde las aulas se nos enseña a obedecer los intereses inmobiliarios. Eso debe cambiar. El territorio se defiende, no se vende” expresó.
Por último, desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum calificó como “fascistas” a quienes quemaron libros durante los disturbios en la librería contigua al museo. “Quemar libros en una institución educativa, debe ser condenable totalmente al igual que la violencia”.
El movimiento contra la gentrificación crece y se diversifica, pero también enfrenta una pregunta incómoda: ¿puede una protesta ser radical sin romper nada, en una ciudad donde el capital lo ocupa todo?