¿Qué escribir que no sea violencia?
Al escribir esta columna me enfrento a la contrariedad de publicar algo en donde la violencia no sea el epicentro del tema. La política parece estar retornando a su origen: la guerra.
Karl von Clausewitz en su obra “De la guerra” establece entre otras, dos premisas: la guerra es el resultante del fracaso en la política, reconociendo que la política es la forma pacífica de enfrentar la guerra; segunda premisa, toda guerra conlleva un interés político en el cual se presupone que la parte opositora no acepta la voluntad impuesta por su contraparte.
El mundo se encuentra inmerso en guerra. Parece que los tiempos de la política fueron rebasados o hay un retroceso a la imposición por medio de la violencia y las armas.
En Europa, la invasión a Ucrania por parte de Rusia está tan normalizada que dejó los estelares en los medios de comunicación. La guerra de Gaza es vigente en medios por las reacciones colaterales entre sectores poblacionales de otras naciones, tanto que el antisemitismo recupera sitios principales. Hoy los israelitas son los malos para amplios grupos de la población, pocos recuerdan la forma en que los radicales mataron y secuestraron gente en Israel.
Los vecinos del norte viven lo que podría definirse como una revolución interna, de nuevo los racismos y la xenofobia son el epicentro del debate, tener piel aperlada, parecer latino, criticar a la autoridad, son causales para la violencia y represión.
En México suceden cosas similares, grupos radicales se confrontan entre sí y en algunos casos se llega a extremos de violencia como la provocada por un senador de la república contra un ciudadano que lo increpó. Sin olvidar que los grupos delictivos gobiernan amplios espacios del país.
¿Qué escribir que no sea violencia?, cómo abordar los temas de política sin mencionar que el gobierno de la república ataca a sus opositores y les culpa de la declaración que emitieron los vecinos del norte al acusarle de incitar a la violencia en aquel país.
La política es el camino para deponer las armas, para lograrlo se requiere que los poderosos y los débiles por igual estén dispuestos a dialogar, negociar, conceder y alcanzar acuerdos, esto es la política, lo demás es violencia, es aniquilar la política.
En este momento equiparo la política con la democracia. En los absolutismos no se hace política, en los imperios manda el emperador, en las tiranías el tirano y en las dictaduras el dictador. En su entorno hay politiquería, rumorología, grillos interesados en obtener los favores del tirano, pero eso no es política.
La política sólo se puede concretar cuando las partes negocian, respetan las diferencias entre sí y, a partir de ello, construyen coincidencias. Vivimos una etapa donde los poderosos se niegan a perder el tiempo en la política y imponen su verdad por medio de la violencia económica o armada.
La democracia en el mundo ha entrado en una ruta de desacreditación, a nadie parece interesarle conciliar al opositor, las señales indican que se acabó el diálogo entre políticos y se imponen los más fuertes, aunque en algunos casos, la fuerza sea momentánea, temporal.
Urge regresar a la política, al arte de construir puentes en donde la guerra los destruye, establecer acuerdos en donde las armas laceran a los opositores, construir consensos en donde afloran las diferencias.
Vivimos tiempos de nuevos Nerones, momentos en donde es necesario remarcar las diferencias para afianzar aliados al combatir rivales.
El mundo necesita más política y menos armas, más democracia y menos radicalismos.