Los monstruos que cartografiaron el miedo


Por: Gilberto Solorza

En el siglo XVI, mientras los exploradores trazaban las primeras rutas transoceánicas, los cartógrafos enfrentaban un desafío paralelo: representar lo desconocido del mar abierto con todos sus peligros.

La solución fue tan creativa como simbólica: mapas como el Atlas Maior de Joan Blaeu (1662), los Nautical Works de Jacques Devaulx (1583) y la Carta Marina de Olaus Magnus (1539) integraron criaturas marinas fantásticas en sus ilustraciones, mezclando ciencia, mito y advertencia visual.

Estos mapas no se limitaban a registrar costas y corrientes. Mostraban krakenes, peces con rostros humanos, ballenas con fauces de lobo y sirenas lectoras. Más que simples adornos, estos monstruos funcionaban como códigos, advertencias para navegantes analfabetos, e incluso metáforas del temor colectivo ante lo inexplorado.

Un código visual para navegantes

Estas criaturas seguían patrones precisos:

  • Serpientes de mar aparecían en los bordes de los mapas, señalando corrientes traicioneras o límites del conocimiento geográfico.
  • Peces con cuernos representaban bancos de arena y zonas poco profundas.
  • Dragones marinos sobre rutas hacia las Indias Orientales reflejaban tanto el peligro como la promesa de riqueza.

Incluso los colores y detalles tenían significado: criaturas pintadas en rojo indicaban zonas de piratería, ojos orientados al este sugerían vientos favorables, tentáculos en espiral advertían de remolinos reales como el Maelström noruego.

La anatomía del miedo

Lejos de ser invenciones gratuitas, estos seres nacían de relatos de marineros, hallazgos fósiles malinterpretados o errores ópticos. Los registros de criaturas de 30 metros en el Atlas Maior, por ejemplo, coinciden con descripciones modernas del regaleco (son peces lampriformes que viven en todas las aguas templadas y tropicales de la Tierra).

Los llamados “dientes de dragón” eran en realidad restos fósiles de megalodón, y el “pez tridente” de Devaulx, una visión deformada del Mola mola, todas criaturas que, lejos de ser invenciones de nuestra imaginación, verdaderamente existieron.

Con el avance de la ciencia, los monstruos abandonaron los mapas, pero no desaparecieron del imaginario colectivo. Persisten como nombres científicos, como leyendas submarinas y como símbolos en mapas modernos que advierten sobre contaminación u otros peligros.

Como lo dijo el explorador William Beebe tras sumergirse por primera vez en la batisfera en 1934: “Vi criaturas tan extrañas que, de haberlas dibujado en un mapa antiguo, me habrían tachado de mentiroso”.

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