Por: Gilberto Solorza
En la madrugada del viernes, Israel lanzó un ataque aéreo de gran escala contra múltiples objetivos en territorio iraní, en lo que ha denominado la Operación Rising Lion. Según fuentes oficiales israelíes, el objetivo fue “prevenir de manera decisiva” el desarrollo de armas nucleares por parte del régimen iraní.


La ofensiva incluyó el bombardeo de instalaciones nucleares, fábricas de misiles y zonas residenciales. Entre las víctimas confirmadas figuran Hossein Salami, comandante de la Guardia Revolucionaria, y Fereydoon Abbasi, exdirector del programa nuclear iraní. Las autoridades iraníes han condenado el ataque como una violación flagrante del derecho internacional y una «declaración de guerra».
Poco después del ataque, Irán respondió con el lanzamiento de más de 100 drones militares hacia territorio israelí. Aunque el gobierno israelí asegura que la mayoría fueron interceptados por su sistema de defensa aérea, la amenaza de una escalada se volvió inmediata. El líder supremo iraní, Ali Jameneí, prometió una “respuesta severa”, intensificando aún más el clima de confrontación.
En reacción a los hechos, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu declaró el estado de emergencia nacional y anunció la movilización de decenas de miles de reservistas. “Seguiremos los días que sean necesarios”, afirmó en una rueda de prensa.
En el plano internacional, Irán solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que desde Washington, el presidente Donald Trump advirtió que los próximos ataques “podrían ser aún más brutales”, aunque aclaró que Estados Unidos no participó directamente en la ofensiva.
Contexto y reacciones
Israel sostiene que el programa nuclear iraní representa una amenaza existencial. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos y algunos gobiernos critican la operación por su uso desproporcionado de la fuerza, especialmente tras reportes de daños en áreas civiles.
Mientras tanto, la región enfrenta un ambiente de creciente tensión desde el recrudecimiento del conflicto en Gaza y el deterioro de relaciones entre Teherán y Tel Aviv. Este ataque marca el mayor enfrentamiento directo entre ambos países en décadas.
¿Escalada inevitable? Proyecciones a futuro
La gran incógnita ahora es si este intercambio se convertirá en una guerra abierta o si se mantendrá dentro de los límites de un conflicto prolongado y contenido.
- Escalada regional (40% de probabilidad): Si Irán responde con mayor contundencia, ya sea atacando a Israel directamente o a través de milicias aliadas en Líbano, Siria o Yemen, podría activarse un conflicto que arrastre a otros actores regionales como Hezbollah o incluso a Estados Unidos y Arabia Saudita.
- Contención táctica (45% de probabilidad): Ambos países podrían limitarse a ataques puntuales, calibrados para no cruzar ciertos umbrales. Este tipo de «guerra de sombras» ha sido la norma entre ambos en la última década.
- Negociación mediada (15% de probabilidad): Aunque improbable en el corto plazo, actores como Turquía, China o incluso la Unión Europea podrían intentar mediar para evitar una guerra total que afecte la seguridad energética global.
Lo cierto es que la situación sigue siendo volátil. Israel e Irán se encuentran al borde de un conflicto de mayores dimensiones, y la comunidad internacional se prepara para un desenlace incierto. La clave está en cómo ambos actores gestionen sus próximos movimientos y si los esfuerzos diplomáticos podrán evitar una escalada aún más destructiva.