Por: Gilberto Solorza
El Parlamento de Israel (la Knesset) aprobó una moción simbólica —sin carácter legal vinculante— a favor de anexar partes de Cisjordania, territorio palestino ocupado desde 1967.


Con 71 votos a favor y 13 en contra, la resolución declara que las regiones de Judea, Samaria y el Valle del Jordán son “una parte inseparable de la patria histórica del pueblo judío”, y exhorta al gobierno a aplicar su soberanía sobre dichas zonas.
Aunque sin efectos jurídicos inmediatos, la decisión representa un gesto político de gran calado que podría dinamitar los cimientos ya debilitados del proceso de paz entre israelíes y palestinos, así como tensar las relaciones de Israel con la comunidad internacional. Organismos como la ONU y la Corte Internacional de Justicia han considerado ilegales tanto la ocupación como cualquier intento unilateral de anexión.
La moción fue impulsada principalmente por fuerzas de derecha como Sionismo Religioso, Likud e Yisrael Beytenu, y defendida con vehemencia por el presidente de la Knesset, Amir Ohana. En su intervención, Ohana afirmó que “la tierra de Israel pertenece al pueblo de Israel” y que los judíos “no pueden ser considerados ocupantes en su propia tierra ancestral”. En su narrativa, 1967 no marca el inicio de la ocupación, sino el fin de una situación injusta que negaba la soberanía judía sobre esos territorios.
La Autoridad Nacional Palestina rechazó de inmediato la moción, calificándola como una provocación y una amenaza directa a la viabilidad de un Estado palestino. A su vez, denunció que la resolución refuerza un sistema de apartheid y viola múltiples resoluciones de la ONU. Otros actores internacionales coincidieron en condenar la medida, alertando sobre el potencial colapso del principio de los dos Estados y un nuevo ciclo de violencia.
Consecuencias regionales e internacionales
El impacto simbólico de esta moción va más allá del terreno diplomático. Aunque no modifica de inmediato el estatus legal de Cisjordania, su aprobación podría consolidar la presencia israelí en los asentamientos, erosionando aún más la posibilidad de un futuro Estado palestino viable y territorialmente continuo.
Entre los posibles efectos destacan la radicalización de grupos armados palestinos como Hamas, que podrían interpretar la moción como una legitimación de la ocupación y responder con una escalada de violencia. Además, el gesto podría aislar diplomáticamente a Israel, tensando incluso sus relaciones con aliados históricos como Estados Unidos.
A nivel interno, la moción fortalece a los sectores más duros del espectro político israelí, que ahora presionan con mayor fuerza al gobierno para avanzar hacia una anexión formal. Esto, a su vez, debilita las perspectivas de reanudar negociaciones de paz, al reflejar un endurecimiento de posturas que reduce los márgenes para el diálogo.
El tablero geopolítico: actores clave y sus posiciones
En este contexto, la región del Medio Oriente se convierte nuevamente en un tablero complejo donde múltiples actores influyen en el curso del conflicto. Estados Unidos, como principal aliado de Israel, enfrenta el desafío de equilibrar su respaldo histórico con la necesidad de mantener credibilidad ante sus socios árabes, especialmente cuando intenta liderar iniciativas para la paz y contener a Irán.
Este último, por su parte, es un actor central que respalda a grupos como Hamas y Hezbolá, y cuya influencia en Siria y Líbano intensifica el antagonismo con Tel Aviv.
Mientras tanto, países como Egipto y Qatar juegan roles fundamentales como mediadores. El primero ha sido históricamente un canal de comunicación entre Israel y Hamas, además de facilitar la reconciliación entre facciones palestinas. Qatar, por su parte, aprovecha su relación tanto con Irán como con Estados Unidos para posicionarse como intermediario clave en intercambios de prisioneros y treguas.
También Turquía y Rusia buscan mantener su peso en la región. Turquía, con intereses estratégicos en Siria y sensibilidad hacia la causa palestina, no ha dudado en elevar el tono contra Israel, al tiempo que ofrece su experiencia como mediador. Rusia, actor clave en la guerra siria, mantiene influencia sobre Bashar al-Assad y ha participado en negociaciones multilaterales que incluyen tanto a Irán como a actores del Golfo.
El panorama se complica aún más con la participación de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, países que, si bien han avanzado en la normalización de relaciones con Israel, también enfrentan presiones internas por su ambivalente postura frente a la causa palestina.
Finalmente, Jordania, uno de los pocos países árabes con tratado de paz con Israel, mantiene una posición crítica respecto a cualquier anexión, desempeñando un papel importante en foros diplomáticos y como garante de los intereses palestinos en Jerusalén.