Hay que transformar el espacio público desde la justicia: Luz María Zarza

Por Angélica Armenta

Luz María Zarza, candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, —conocida desde su juventud como “Lucha” Zarza— aclaró que su aspiración a la Corte Suprema no es un capricho personal, sino la culminación de una vocación: defender los derechos, fortalecer las instituciones y, sobre todo, honrar la oportunidad que México le dio para formarse a base del estudio y esfuerzo.

Hija mayor de una familia de cinco hermanos, criada por padres jóvenes en un ambiente de clase media «tirándole a baja», Luz María aprendió desde pequeña que el trabajo duro y la educación eran las herramientas para cambiar su destino. Recuerda su hogar como un espacio de amor y disciplina, donde los valores familiares moldearon su carácter: “Nos inculcaron que el estudio y el trabajo honesto eran nuestro legado”, relató.

La influencia de su padre, defensor de los trabajadores y amante del derecho laboral, marcó su vocación. Desde los 10 años, Luz María asistía a asambleas obreras, escondida entre la multitud, asimilando las ideas de justicia, equidad y defensa de los derechos que hoy son el motor de su carrera judicial.

“Desde entonces supe que sería abogada. No lo dudé jamás”, recuerda con emoción.

Un sistema que aún debe transformarse

Graduada con honores y formada en un ambiente de alta exigencia, Zarza reconoce que, a pesar de su amor por la abogacía, la profesión enfrenta una crisis de credibilidad ante la sociedad: “Nos contaminamos en algún momento y descuidamos el impacto de nuestras acciones”, señala con autocrítica.

Para ella, recuperar la confianza pública en la justicia no depende de discursos, sino de actos: “Nuestra conducta hablará más que nuestras palabras. Cada abogado debe ser consciente de que su trabajo afecta la imagen entera del sistema judicial”.

Este llamado a la responsabilidad es también un llamado a sus colegas: ser sensibles ante el dolor humano, resolver con eficiencia, y no prolongar innecesariamente procesos que perpetúan la incertidumbre de quienes buscan justicia.

De la magistratura a la candidatura

Con experiencia como magistrada, Luz María sabe lo que implica tomar decisiones difíciles bajo presión social y mediática. Para ella, mantener la integridad y la sensibilidad humana es determinante; caminar por el mercado, viajar en metro, conversar con la gente común.

“No debemos perder el contacto con la realidad. El servicio público se basa en eso: en servir, no en servirse”, recalca.

Entre los valores que considera no negociables, destaca la honestidad, el trato digno a las personas, y la responsabilidad de dar resultados, recordando siempre que detrás de cada expediente hay una vida en espera de una resolución justa.

Ser mujer en el Poder Judicial

Luz María Sarsa también alza la voz sobre las dificultades de ser mujer en espacios públicos históricamente diseñados para hombres. Aunque celebra los avances hacia la paridad en el Poder Judicial, advierte que la verdadera transformación exige más que cuotas; requiere rediseñar prácticas, capacitaciones y culturas institucionales.

“Estamos en espacios que no fueron pensados para nosotras. Ahora que hemos llegado, hay que rehacer las reglas y cambiar los modelos de conducta”, afirma.

Insiste en que una verdadera justicia de género no se logra solo con presencia femenina, sino con una participación consciente, informada y transformadora.

Aspira a dejar huella

Madre de familia, mujer de valores tradicionales, pero de visión moderna, Luz María Zarza resume su propuesta en pocas palabras: servir con honestidad, eficiencia y profunda sensibilidad humana. Como ella misma dice, ser ministra no es un fin en sí mismo: es un compromiso con quienes más necesitan justicia.

Con el temple de quien ha visto de cerca las resistencias del sistema y la convicción de que la justicia debe transformarse para todos, Luz María Zarza, dejó claro que su visión va más allá de discursos simbólicos. Reconoce avances importantes para las mujeres en espacios de poder, pero advierte que el verdadero cambio estructural aún está pendiente y requiere rediseñar la cultura misma de las instituciones.

Un tiempo para las mujeres… pero no de complacencia

“Sí, es tiempo de mujeres”, reconoce Luz María Zarza, “pero no como un logro concluido, sino como el inicio de una transformación profunda.” Para la candidata, ocupar espacios de toma de decisiones es apenas el primer paso. La verdadera tarea es más compleja; cambiar la cultura institucional, modificar criterios de selección, diseñar políticas públicas que reconozcan las realidades distintas de mujeres y hombres.

“No se trata de pleitos ni desplazamientos”, aclara Zarza, “se trata de caminar juntos, como sociedad y como Estado, corrigiendo desigualdades históricas.»

Desde su trabajo en diversas instituciones, Zarza ha impulsado medidas prácticas: horarios diferenciados para madres trabajadoras, criterios de evaluación ajustados a trayectorias de vida reales, y capacitación permanente de jueces y magistrados en perspectiva de género.

La violencia contra las mujeres

Con conocimiento de causa, Luz María Zarza también comentó uno de los temas más dolorosos: la violencia contra las mujeres. Como responsable de la alerta de género en el Estado de México, vivió de cerca el drama de las víctimas y de las familias que buscan justicia.

“El nivel de violencia no baja solo con leyes o cuotas. Necesitamos acciones concretas como calles iluminadas, educación con perspectiva de género desde la infancia, políticas públicas sensibles y alejadas de la corrupción”, enfatizó.

Para Zarza, la violencia no es solo un problema visible en cifras; es una cicatriz social que duele, se profundiza y mina la confianza en las instituciones si no se actúa con seriedad.

Congruencia, servicio público y renuncia a la corrupción

Durante la conversación, Luz María Zarza resaltó la presión y las tentaciones que existen en el ejercicio del poder. Reconoció que a lo largo de su trayectoria ha enfrentado presiones internas y externas, pero también sostuvo que su respuesta siempre ha sido clara y, por ello, siempre tiene su renuncia lista.

“No me ato a cargos ni a lujos. Mi libertad se sostiene en mi capacidad de renunciar si los principios se ven comprometidos”, afirmó. Y remató con una lección poco habitual: «El servicio público es para servir a la gente, no para servirse de ella. Y la honestidad no es negociable.»

Un legado que apuesta a la esperanza

Si llega a ocupar una silla en la Suprema Corte, Luz María Zarza no aspira a ser recordada solo como la ministra que logró el cargo. Aspira a ser recordada como alguien que facilitó el acceso a la justicia, que defendió la sensibilidad humana y que aportó su grano de arena a un país más justo.

«Quiero que las personas sientan que este proceso valió la pena, que llegamos personas con calidad moral, que hicimos avanzar la justicia», compartió emocionada.

Al concluir la entrevista, con voz firme y tranquila, invitó a los ciudadanos a participar activamente en el proceso de selección judicial y a conocer su trayectoria: “Investíguenme, cuestionen, comprueben quién soy. Solo así construiremos una Corte de justicia real y no de discursos.”

Finalmente, Luz María Zarza estará en la boleta morada, con el número 33.

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