Fallece José “Pepe” Mujica, el expresidente uruguayo


Por: Gilberto Solorza

José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y una de las figuras más emblemáticas de la izquierda latinoamericana, falleció este lunes a los 89 años en su chacra a las afueras de Montevideo, acompañado por su esposa, la exvicepresidenta Lucía Topolansky. La noticia fue confirmada por el actual mandatario, Yamandú Orsi, quien declaró duelo nacional y expresó el profundo pesar de todo el país ante la partida de un líder “entrañable, honesto y coherente”.

Luchó hasta el final

Mujica murió tras enfrentar una larga batalla contra un cáncer de esófago diagnosticado en abril de 2024. La enfermedad, que más tarde hizo metástasis en el hígado, lo llevó a suspender los tratamientos médicos durante los últimos meses, optando por recibir cuidados paliativos en su hogar. Topolansky había anunciado días antes que el exmandatario se encontraba en estado terminal y que su deseo era morir en su casa de siempre, voluntad que logró cumplir.

De guerrillero a presidente

Pepe Mujica fue mucho más que un jefe de Estado. Exguerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, pasó trece años en prisión durante la dictadura uruguaya, muchos de ellos en condiciones de aislamiento extremo. Aquella experiencia marcó para siempre su visión del poder, la vida y la política.

Con el retorno de la democracia, inició su camino institucional como diputado en 1994, luego senador, y finalmente presidente entre 2010 y 2015, cuando fue elegido con casi el 55% de los votos. Su gobierno impulsó reformas sociales pioneras en el continente: legalización del aborto, del matrimonio igualitario y de la marihuana, además de políticas de asilo para refugiados sirios y exdetenidos de Guantánamo.

Mujica se ganó el respeto y la admiración dentro y fuera de su país por su estilo de vida austero. Vivía en su chacra, conducía un viejo Volkswagen Escarabajo y donaba la mayor parte de su salario. Su discurso anticonsumista y su cercanía con la gente le valieron el apodo de “el presidente más pobre del mundo”, aunque él prefería llamarse “un hombre libre”.

Su carisma, su honestidad y su coherencia lo convirtieron en una voz autorizada del progresismo mundial y en un símbolo de la política vivida con ética y sin privilegios.

Último adiós

Desde temprano, miles de uruguayos comenzaron a concentrarse en Montevideo para rendir homenaje a Mujica. Se realiza un velatorio público seguido de una cremación, tal como él lo había pedido. Las calles de la capital se llenaron de flores, banderas y mensajes de agradecimiento para quien muchos consideran “el último sabio de la política”.

En sus últimos meses, Mujica reflexionó abiertamente sobre su vida, su lucha y sus fracasos. Una de sus últimas frases, compartida por su entorno, sintetiza su filosofía:

“Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido y le di un sentido a mi vida. Moriré feliz. Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar”.

Con su partida, se va una era. Mujica deja una huella profunda en la historia del Uruguay y del pensamiento político contemporáneo: la de quien creyó que la política podía ser una herramienta de transformación, vivida sin lujos, con los pies en la tierra y la mirada puesta en la dignidad de los más olvidados.

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