Por: Fernando Dávila
Visitar la Ciudad de México y pasar por el Boulevard Miguel de Cervantes Saavedra, es observar una pasarela no solo de arte, sino de la cultura del selfie en cada rincón.



Cientos de personas al día extienden el brazo y se toman una foto frente al Museo Soumaya de Polanco, no importa lo que haya adentro: el edificio ya es por sí solo, una atracción.
Lo cierto es que pocos museos como este provocan tantas selfies sin necesidad de exhibir su contenido, ¿Qué hace que una estructura como el Soumaya concentre más atención que su contenido? Aparte de los 16 mil hexágonos que la componen y la apariencia futurista.
¿Es reconocida por el arte que contiene o por la imagen que proyecta?
“Habrá quienes pasen por la calle y fácilmente les atraiga más el Soumaya y se tomen fotos ahí” expresó un visitante extranjero. Su forma ondulante, reluciente y fuera de lo común invita a detenerse a apreciar el edificio unos segundos. Magnífico, impresionante, una obra de arte. Son palabras que usan los transeúntes para describirlo.
Por otro lado, en cuanto al interior se destacan 66 mil obras de 30 siglos de arte, entre ellos resaltan artistas como Auguste Rodin, Salvador Dalí, Diego Rivera y Pablo Picasso. Una amplia exposición de arte que, aunque sea invaluable para algunos, para otros el exterior es más deslumbrante.
“La fachada es divina… pero el interior está inundado de espacios vacíos y obras inadecuadas” afirmó una visitante. Pero no es la única que observó el desperfecto, otro visitante, encantado por la arquitectura, reveló decepcionado por lo que encontró en los niveles superiores, más allá del célebre Rodin.
El Museo Soumaya inaugurado en 2011 por Carlos Slim, tuvo la finalidad de promover el arte, pero hoy en día es un mito moderno. Las personas se detienen a fotografiarlo, lo suben a sus redes, comparten experiencias, significados y lo que inició como un propósito único, ahora va más allá de solo ir a ver arte.
En este sentido, la arquitectura se ha vuelto más legible que el museo y tomar una selfie con el Soumaya detrás, no es un gesto vacío. Es un acto donde la sociedad conecta cultural y simbólicamente con su alrededor.
Es posible que el museo haya superado su función original y se haya transformado en algo más amplio: un hito visual, un punto de encuentro, incluso una postal emocional de la ciudad.
Entonces surge una pregunta: ¿por qué una fachada impacta más que una obra de arte clásica? Quizá no es falta de interés, sino otra forma de conectar. El Soumaya mezcla lo moderno con lo antiguo, y en esa mezcla también hay algo valioso.