Por: Gilberto Solorza
Científicos, astronautas y empleados actuales y retirados de la NASA han manifestado abiertamente su rechazo a las políticas implementadas por la administración Trump, a las que acusan de poner en riesgo tanto la seguridad de las misiones como el papel científico de la agencia.


A través de una carta formal de “disenso” y mediante redes sociales de resistencia, los trabajadores denuncian lo que consideran una censura sistemática a la investigación científica y un debilitamiento institucional sin precedentes.
La protesta tomó forma oficial en julio de este año, cuando 287 empleados de la NASA —incluidos al menos cuatro astronautas— firmaron una carta dirigida al administrador interino Sean Duffy, designado por Trump. El documento, titulado La Declaración Voyager, condena una serie de recortes presupuestarios propuestos por la administración, que reducirían en casi una cuarta parte el presupuesto de la agencia, eliminando contratos, subvenciones y proyectos científicos.
Los firmantes advierten que estas medidas no solo comprometen el papel histórico de la NASA, sino que podrían poner vidas en peligro, recordando el desastre del transbordador Columbia en 2003. Más de la mitad de las firmas fueron presentadas de forma anónima, ante el temor de represalias internas.
La propuesta de recortar 6 mil millones de dólares al presupuesto anual de la NASA en 2026 implicaría la desaparición de numerosos programas científicos y ambientales, así como el despido o retiro forzado de aproximadamente 2,700 trabajadores, cerca del 15% de la plantilla total. Según la carta, estas decisiones son «arbitrarias» y contradicen la legislación vigente sobre asignaciones presupuestarias. Los firmantes acusan a la dirección actual de instaurar una «cultura de silencio organizacional» que impide el debate técnico y científico dentro de la agencia.
Además de la carta, la oposición interna se ha manifestado también en redes sociales. Tal como ocurrió en 2017, trabajadores federales retomaron cuentas anónimas como @RogueNASA para denunciar restricciones a la información pública, especialmente en temas como el cambio climático. Estas cuentas buscan ofrecer una vía independiente para divulgar datos y opiniones que, aseguran, están siendo censurados desde dentro.
La administración Trump ha defendido su postura argumentando que los recortes buscan reenfocar los objetivos de la NASA hacia misiones «más estratégicas», en especial las de exploración humana, como el regreso a la Luna bajo el programa Artemis y las futuras misiones tripuladas a Marte. Desde la Casa Blanca, Ryan Whitley, director de Política Espacial Civil del Consejo Nacional del Espacio, afirmó que se trata de “una oportunidad para innovar verdaderamente en la manera en que llevamos a cabo nuestras misiones espaciales”.
A la par de la reestructuración, el gobierno ha impulsado una mayor participación del sector privado, favoreciendo alianzas con empresas como SpaceX y Blue Origin. Según voceros oficiales, esto permitirá transferir ciertas responsabilidades operativas al sector comercial, reservando a la NASA un papel más estratégico.
Sin embargo, para muchos dentro de la agencia, este giro de prioridades implica la renuncia a la vocación científica que ha definido a la NASA durante décadas, así como el desmantelamiento de misiones clave en colaboración internacional y de investigación ambiental.