Donde conviven los cocodrilos y la basura en San Blas


Por: Fernando Dávila

Entre los manglares del corazón de San Blas, Nayarit, se extiende un paisaje donde la vegetación, la fauna y el Mirador de las Aves conforman una escena que, aunque parece alejada de la civilización, no escapa de su huella.

Basta con mirar unos metros más allá del espectáculo de los cocodrilos para encontrar lo que el ser humano ha dejado a su paso: basura.

Envases vacíos, tapas de plástico y restos de papel, los desechos humanos interrumpen un paisaje que aparenta estar casi intacto. A lo lejos —y también muy cerca— se ven cocodrilos de todos los tamaños conviviendo con locales y turistas, como si nada les afectara. Es irónico: mientras una mano alza la cámara para capturarlos, la otra deja una botella a su paso.

“La gente está acostumbrada a tirar basura, vienen a tomar e incluso tiran las latas de cervezas ahí”, dice un habitante. Aunque hay letreros que prohíben estas acciones, muchos están viejos, descoloridos o parecen ignorados. Asimismo, un turista notó que una de las rejas laterales del mirador estaba semi desprendida. Esto pone en riesgo tanto a los cocodrilos como a quienes visitan, ya que la carretera está justo al lado.

Durante la visita, se observaron huevos semienterrados entre desechos. La escena revela un contraste incómodo: la vida continúa pese al descuido humano.

Según el Inventario Nacional de Fuentes de Contaminantes Plásticos (INFCP), playas de Tijuana, Nayarit, Veracruz y el Caribe presentan altos niveles de microplásticos. Estos residuos se cuelan en la cadena alimentaria, afectando especies y ecosistemas.

San Blas tiene más de 41 mil habitantes. Su Plan Municipal 2024–2027 propone un modelo “sustentable”, y hay convenios con autoridades federales para el ordenamiento ecológico. Pero en campo, la ausencia de autoridades es notoria.

El mirador es un punto turístico. Hay vendedores de comida y recuerdos, pero no hay protección para el lugar ni para quienes lo habitan, humanos o animales. Lo que ocurre en San Blas no es un caso aislado. La contaminación en espacios naturales es un problema nacional, incluso global. Lo que parece una pequeña acción —dejar una botella— se transforma en un daño colectivo.

Los cocodrilos siguen ahí, adaptándose al paisaje que les tocó. Pero su permanencia, y la de muchos ecosistemas, depende de si dejamos de mirar y empezamos a actuar.

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