Por: Javier Valdovinos
La tarde en el Estadio Alfredo Harp Helú parecía escrita para los amantes del béisbol dramático: un duelo de pitcheo, la tensión creciendo jugada a jugada… hasta que, en la séptima entrada, los Diablos Rojos del México encendieron la mecha de una ofensiva que hizo vibrar a todos los presentes.






El marcador estaba 2-1 y el aire olía a suspenso cuando comenzó el desfile. Dieciséis bateadores se presentaron al plato en un rally que desató la locura: ocho bases por bolas, tres sencillos, un doble de Allen Córdoba y un triple de Carlos Pérez pusieron de pie a la afición. En cuestión de minutos, la pizarra se pintó 12-1 y el «rugido» de los pingos retumbó en cada rincón del estadio.
Los Leones de Yucatán parecían otros felinos, atrapados en una tormenta sin salida, mientras el bullpen escarlata sellaba la victoria sin permitir un solo hit en las últimas cuatro entradas. Ricardo Pinto, con temple y control, entregó cinco sólidas entradas antes de dejar la mesa servida a sus relevistas.
En la ofensiva, Córdoba vivió una noche de ensueño: 6-5 con tres producidas y dos anotadas, mientras Pérez aportó cuatro carreras impulsadas con apenas dos imparables. Robinson Canó, Marmolejos y Carlos Sepúlveda también pusieron su firma en una noche que quedará en la memoria de la fanaticada.
La fiesta roja terminó con rumbo a Mérida, donde el martes se disputará el Juego 3. Los Diablos viajan con ventaja de 2-0 en la serie y el ánimo por las nubes. Justin Courtney tendrá la responsabilidad de abrir el próximo capítulo de esta historia.
En el Harp Helú, el béisbol se volvió espectáculo, y los Diablos, protagonistas de una noche perfecta.