Por: Gilberto Solorza
En la historia del deporte moderno, pocos nombres brillan tanto como el de Muhammad Alí. Tres veces Campeón Mundial de Peso Pesado, ganador de una Medalla de Oro Olímpica y seis veces vencedor de los Golden Gloves en Kentucky, Alí acumuló un palmarés impresionante que lo consolidó como una leyenda del boxeo.
Sin embargo, su legado trasciende los cuadriláteros. Su figura se erigió como un símbolo de resistencia social y política cuando el gobierno de Estados Unidos lo despojó de su título de Campeón del Mundo. Sorprendentemente, no fue un oponente deportivo quien lo desbancó, sino el propio sistema que buscó enlistarlo para la Guerra de Vietnam.
El 28 de abril de 1967, en Houston, Texas, Alí rechazó ser reclutado para el conflicto armado. La negativa le costó una condena de cinco años de prisión, una multa de $10,000 y la revocación de su licencia para boxear. “A mí ningún vietnamita me ha llamado ‘sucio negro’”, declaró en una frase que resonó mundialmente. Su postura no era un simple acto de rebeldía, sino una crítica contundente hacia la injusticia racial en su país y una oposición al intervencionismo estadounidense en Vietnam.
La conexión de Alí con la lucha por los derechos civiles comenzó años antes, cuando conoció a Malcolm X. A través de él, se unió a la Nación del Islam y cayó bajo la influencia de Elijah Muhammad, cuya filosofía de resistencia pacífica contrastaba con la postura más combativa de Malcolm X. Este contexto moldeó su negativa al servicio militar, argumentando que sus creencias religiosas y su conciencia no le permitían participar en la guerra.
El juicio de Alí se prolongó durante años. Finalmente, en 1970, la Corte Suprema de Estados Unidos anuló su condena de manera unánime, reconociendo que su objeción estaba protegida por la libertad religiosa. Ese mismo año, el 26 de octubre, Alí volvió al ring enfrentando a Jerry Quarry en Atlanta, Georgia. En un combate detenido en el tercer round debido a los cortes sufridos por Quarry, Alí demostró que aún tenía mucho por ofrecer, aunque su estilo ya no era el del ágil boxeador que “volaba como una mariposa y picaba como una abeja”.
La historia de Muhammad Alí no solo es la de un campeón del deporte, sino la de un hombre que usó su voz y su influencia para desafiar las injusticias, convirtiéndose en un ícono de lucha y dignidad.