Cuando la adaptación se convierte en superpoder

Por: Angélica Armenta

«¿Qué haces cuando no puedes hacer lo que siempre has hecho?»

En una sociedad que rara vez se detiene a reflexionar sobre la fragilidad de la vida, la historia de Daniel Esponda —un joven que a los 27 años vio transformada su existencia tras un intento de asalto que lo dejó en silla de ruedas— muestra un importante recordatorio: la verdadera fuerza humana no está en lo que se pierde, sino en la capacidad de adaptarse y seguir adelante.

Daniel no habla desde la teoría ni desde un discurso motivacional vacío. Habla desde la experiencia cruda de quien, en un instante, pasó de caminar a no sentir su cuerpo del pecho hacia abajo. Habla desde las horas interminables en terapia intensiva, desde la impotencia de ver la preocupación de su familia antes de entrar a una cirugía que podía ser la última…

“Tuve que aprender todo otra vez: respirar, dormir, sentarme, incluso ir al baño”, recuerda. “Pero lo más importante fue entender que no podía elegir lo que me pasó… pero sí podía elegir cómo adaptarme.”

La adaptación como salvavidas

Su nueva vida no solo implicó ajustes médicos y físicos. Implicó transformar por completo sus metas, su casa, su rutina, su forma de desplazarse e incluso su coche. En ese camino, encontró inspiración en una inesperada maestra: su perrita Twinkie, que tras perder la movilidad en sus patas traseras, siguió moviéndose con determinación usando solo las delanteras.

“Twinkie no se detuvo a preguntarse por qué. Simplemente usó lo que tenía y siguió adelante”, cuenta Daniel durante la conferencia de prensa donde se anunció la función de box con causa para recaudar fondos para Valentina, «Salsita» Onofre.

Esa lección de instinto natural y resiliencia lo llevó a comprender que, como seres humanos, debemos combinar ese instinto con la conciencia de que la adaptación es un superpoder.

El cambio que transforma

La tragedia, confiesa, no solo le ocurrió a él. Cambió la vida de su familia y amigos. “A veces me hubiera gustado que solo me afectara a mí… pero también los arrastró a ellos.” Por eso, su motivación no fue solo personal: buscó que su familia no perdiera la suya cuidándolo eternamente.

También lee: Profesores de la UNAM denuncian red de complicidades y exclusión

Hoy, con un 33 por ciento de movilidad, vive solo, conduce un coche adaptado y trabaja en inspirar a otros a no esperar una tragedia para valorar “las primeras veces” de la vida. Desde el primer vuelo tras el accidente hasta la primera cita con su novia, cada momento se volvió un recuerdo consciente.

Para Daniel, la empatía y la consciencia deben ser parte de nuestro día a día. No necesitamos una tragedia para empezar a mirar con gratitud las pequeñas experiencias que construyen nuestra vida.

“Disfruten cada primera vez. Tomen una captura de pantalla en el corazón y guárdenla. No sabemos si será la última”, concluyó.

Noticias relacionadas

MÁS NOTICIAS