Cómo una obertura clásica se convirtió en himno de rebelión


Por: Gilberto Solorza

Lo primero que viene a la mente con la palabra «anarquía» rara vez incluye violines, trompetas y cañones sinfónicos.

Sin embargo, la Obertura 1812 de Tchaikovsky —compuesta por encargo del zar Alejandro II para glorificar al Imperio Ruso— terminó convertida, siglo y medio después, en un símbolo de resistencia anticapitalista.

Esta ironía histórica alcanzó su punto álgido cuando Alan Moore la eligió como banda sonora de la revolución en V de Vendetta.

De himno zarista a explosión libertaria
En 1880, Tchaikovsky mezcló Dios salve al Zar con La Marsellesa y estruendos de artillería real para conmemorar la derrota de Napoleón. Nadie imaginó que en 2006, esos mismos acordes acompañarían la voladura del Old Bailey en la adaptación cinematográfica del cómic. Moore explicó su elección: «Es música que pertenece al pueblo, no a la élite que la apropió». La paradoja es deliciosa: una pieza creada para celebrar el poder estatal, ahora coreada por máscaras de Guy Fawkes.

Cañones contra el sistema
El genio de Moore residió en subvertir el significado original. Donde el compositor ruso glorificaba la defensa nacional, el anarquista ficticio V encontraba un manifiesto sonoro:

  • Los 16 cañonazos originales (simulando batalla) se reinterpretan como llamados a la insurrección
  • Los fragmentos de himnos nacionales devienen crítica al nacionalismo
  • Los crescendos operísticos marcan la caída de instituciones opresoras

Música clásica como arma política
Este caso revela cómo el arte trasciende sus intenciones iniciales. Lo que el zar usó para unificar, los anarquistas lo emplean para desmantelar. La escena donde el Parlamento británico estalla al ritmo de Tchaikovsky no es casual: une dos siglos de luchas contra el autoritarismo, desde las guerras napoleónicas hasta la distopía neoliberal.

Hoy, la Obertura 1812 suena tanto en salas de conciertos como en protestas callejeras. Su dualidad demuestra que ni los símbolos más establecidos son inmunes a la reinvención. Como escribió el propio Moore: «El arte verdadero siempre escapa a sus creadores».

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