Por: Gilberto Solorza
La forma de comprar y relacionarse con las marcas ha dado un giro sin precedentes en 2025, gracias a la consolidación de la Realidad Aumentada (RA) y el comercio social. Esta transformación, impulsada por la integración de tecnologías emergentes como inteligencia artificial, dispositivos más potentes y plataformas digitales, representa una manera de conectar consumidores con productos tan intuitivamente como nunca se ha visto.


Desde probarse virtualmente unos tenis hasta visualizar cómo quedará un sofá en la sala antes de comprarlo, la RA está mejorando notablemente la experiencia de compra. Ahora, los consumidores pueden interactuar con los productos en su entorno real, accediendo a información adicional en tiempo real. Esto ha incrementado la confianza en las decisiones de compra y elevado las tasas de conversión en sectores como moda, decoración, belleza y electrónica.
El comercio social, por su parte, se ha integrado plenamente en plataformas como Instagram, TikTok, Pinterest y Facebook, permitiendo a los usuarios comprar sin salir de la aplicación. Influencers, transmisiones en vivo y recomendaciones algorítmicas convierten el simple scroll en una experiencia de compra directa y fluida, donde la interacción social se convierte en motor de consumo.
Según el analista Neil Roarty, el mercado global de comercio social creció un 20% en 2024, alcanzando los 688 mil millones de dólares, y se espera que supere el billón de dólares para 2028. Esto representa un crecimiento del 750% desde 2018, con un promedio anual del 46%. Actualmente, el comercio social ya representa el 16,7% de todas las ventas en línea y se prevé que llegue al 20% para 2028.
Resulta indudable el papel de la inteligencia artificial en el proceso: gracias a ella, los usuarios reciben recomendaciones personalizadas, y cuentan con asistentes virtuales que mejoran el servicio al cliente y refuerzan la relación marca-consumidor. Además, la Realidad Extendida (XR), que combina RA y Realidad Virtual, se está utilizando cada vez más en procesos empresariales, formación y colaboración remota.
Sin embargo, este nuevo ecosistema digital no está exento de riesgos. Las aplicaciones de RA recogen grandes cantidades de datos personales, desde ubicación hasta hábitos de consumo, lo que, al mero estilo orwelliano, genera preocupación en torno a la privacidad y el uso no autorizado de la información.
A esto se suman los desafíos en ciberseguridad: ataques a estas plataformas pueden derivar en robo de identidades, fraudes financieros o secuestros de datos.
También existe el riesgo de manipulación de contenido, ya que muchas aplicaciones dependen de proveedores externos. Esto puede facilitar la distribución de información falsa o engañosa mediante ingeniería social. Por otro lado, expertos alertan sobre efectos secundarios en la salud mental y física derivados del uso prolongado de estas tecnologías, como mareos, desconexión espacial o aislamiento social.
Finalmente, el marco legal aún no ha logrado ponerse al día con la velocidad del cambio tecnológico. La falta de regulación clara sobre datos, derechos digitales y contenidos plantea retos urgentes para gobiernos, empresas y sociedad.