Batallar
Eduardo Meraz
Pelear batallas ajenas no trae gloria y sí vienen acompañadas de deshonor y amargura en muchas ocasiones. Mejor disputar las propias y el resultado será tuyo y de nadie más; es de timoratos invitar u obligar a otros a una lucha no propia.
Ese dilema sobre tu camino o el de otro, da la grandeza y honorabilidad o te los quita. Es hora de definiciones para la presidenta Claudia Sheinbaum; el legado no es heredable, es el epílogo de tu tránsito en la vida.
El desastre de país recibido y la escasez de recursos públicos para hacer frente a necesidades sociales y compromisos financieros exigen un tratamiento diferente al seguido en el sexenio anterior, cuando estos desbalances se profundizaron.
Recibir el legado del predecesor y comprometerse a seguir el mismo derrotero, a pie juntillas, le resta valor y sentido a las acciones del gobierno de Claudia Sheinbaum, dispuesta a pelear las batallas que no son suyas y, a lo mejor, ni siquiera desea asumirlas como propias.
Eso se reflejó con nitidez en el discurso de los 100 días de su gobierno, en cuya forma, fondo y tono mostró ser un duplicado del ex mandatario, que desde el escondrijo donde se encuentre debe felicitarse por la elección de quien debía sustituirlo.
Frases, dichos, conceptos y cosmogonía inaugurados -más bien rebautizados- por el expresidente totalmente Palacio Nacional se repitieron, como si se tratara de un escenario con eco replicante, aunque con sordina, por falta de enjundia y carácter.
La ultra reiteración del discurso, a manera de decreto religioso, cansa, fatiga. Una cruzada que se repite en cuánta ocasión se presente o sea propicia. Pequeños duelos verbales para reafirmar y disipar dudas; engaños y mentiras en busca de volverse verdad, o justificación de inminentes sacrificios.
Si cada bimestre, para poder funcionar sin grandes retrasos, el gobierno cuatroteísta necesita pedir prestado 250 mil millones de pesos, revela que los mexicanos no sólo pagamos los despilfarros de la administración de la pobreza franciscana, sino heredaremos a nuestros descendientes más deudas que cuando el rescate bancario.
Pero eso sí, los millones de beneficiarios de los programas sociales que, en realidad, son devolución de impuestos, se sienten los protagonistas del “masioserismo” nacionalista, a la hora de importar alimentos como el maíz o gasolinas.
De ser necesario, siempre sobraran mexicanos dispuestos a envolverse en la bandera tricolor para rechazar las pretensiones invasoras del imperialismo yanqui, y defender con toda el alma los abrazos y no balazos dedicados al crimen organizado, porque eso -en la visión del oficialismo- equivale a la soberanía e independencia.
Y en ese batallar por apropiarse del cargo, en desigual pleito y rodeada de infieles y desleales, la actual habitante de Palacio Nacional, desconoce si está en la pelea elegida por ella, o la de su antecesor.
En cualquier caso, nunca podrá decir que es su triunfo en esta batalla.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Bancos, calificadoras y economistas coinciden en advertir el pasmo en el cual se encuentra la economía mexicana; sólo el oficialismo tiene una óptica distinta. Más de un millón de mexicanos que se sumarán a la demanda de trabajo, darán la razón a unos y otros.
@Edumermo