PULSO

Eduardo Meraz

La guerra, la paz y la 4T

Eduardo Meraz

Si en poco más de seis años, se te han acumulado más de 210 mil tumbas por la violencia que se vive en México, ¿podemos asegurar que la mal llamada cuarta transformación ha sido pacífica, por el hecho de no haberse declarado una guerra? O más bien se trata de una gestión fallida a la hora de garantizar la seguridad de los gobernados.

Si como se cuestiona por los cuatroteístas la “guerra” contra el crimen organizado, en particular los narcotraficantes, fue iniciada por Felipe Calderón, arrojó 120 mil homicidios dolosos, la “no continuidad de ese conflicto armado” durante los mandatos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, derivó en un incremento de los asesinatos, con 156 mil y 205 mil respectivamente.

Así, la transformación pacífica, a 100 días de haberse iniciado el segundo piso, ya acumula más de ocho mil cadáveres, resultado de los enfrentamientos entre bandas criminales que se vive en el país y que, de acuerdo con organismos internacionales, ubican a México como el país más violento.

Cualquier transformación profunda, llámese revolución, revuelta, golpe de Estado, cambio de régimen o cualquier otro sinónimo, conlleva una buena dosis de muertes y en el caso de la 4T no es la excepción. La guerra y la paz en tiempos del cuatroteísmo, es más lo primero que lo segundo, sobre todo por la omisión de las autoridades -por conveniencia o connivencia- en ejercer el derecho constitucional a usar las armas para controlar a los delincuentes.

Esta ausencia de ejercer la fuerza del Estado contra quienes buscan subvertir el orden, como son los distintos cárteles que se disputan el territorio nacional, más bien parece ser anuencia oficial a la proliferación y expansión de actos delictivos, no sólo de la delincuencia organizada, sino también de la de cuello blanco que despacha en las oficinas gubernamentales.

La piratería, el contrabando, el huachicoleo, el derecho de piso y los sobrecostos en las compras y obras públicas fatalmente sólo son posibles con la colaboración, participación e iniciativa de funcionarios, que han perfeccionado los esquemas de los regímenes neoliberales y, de ser necesaria, la anulación y desaparición de los responsables de vigilar el buen uso de los recursos públicos.

Mientras la “guerra” contra la corrupción se siga viendo como un mal necesario y que puede arrojarse al cajón del olvido, la paz que anhelan los mexicanos, traducida en buenos servicios públicos; educación y salud suficiente y de calidad; respeto y fomento de los derechos humanos; libertad de pensamiento, movimiento y de prensa será el principal pendiente de un gobierno autocomplaciente e ineficaz.

Los mexicanos, después de seis años de videos, mentiras, engaños, montajes y descalificaciones lo que queremos es vivir en paz, pero una paz lejana a los sepulcros o fosas clandestinas y donde las libertades fundamentales no se conviertan en un número más de desaparecidos, o ausencia en los otros datos.

He dicho.

EFECTO DOMINO

¿Existirá alguna relación entre la insistencia de la presidenta Claudia Sheinbaum por mencionar al ex mandatario totalmente Palacio Nacional y la celebración de los primeros 100 días de gobierno, o se trata de simples cuestiones de ego sobre popularidad? La hoguera de las vanidades está encendida.

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@Edumermo

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