Gobierno de metas y compromisos cumplidos

Por Ricardo Monreal Avila

“¡Misión cumplida!”, “¡Sí cumplió!”, “¡No nos engañó!”. Con una sola expresión, de Tijuana a Mérida, el pueblo de México manifiesta su sentir respecto a los años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Este sentimiento colectivo explica por qué el gobierno recientemente concluido cerró con una de las aprobaciones más altas de las últimas décadas: rangos de 8 a 8.5 de calificación. Si hubiese reelección, el licenciado López Obrador ganaría con el 75% de los votos; pero como no la hay, se va a su rancho de Palenque, con un reconocimiento superior a la media de los seis mandatarios que lo antecedieron.

Algunas claves de este fenómeno social y político se encuentran en los siguientes aspectos: un gobernante que comunicó sentimientos y emociones antes que datos y cifras. “Las mañaneras” y los videos en sus redes sociales ocuparon el 10% de su tiempo de gobierno. Es decir, la comunicación política fue un factor clave. Se comunicó de manera directa, sin voceros y sin medios de por medio.

El Salón Tesorería, de Palacio Nacional, se convirtió en el foro de comunicación diaria del presidente AMLO y del Gobierno de México, porque allí se anunciaban los proyectos y programas más importantes. Fue el espacio político de mayor audiencia del país, muy superior a cualquiera de los programas y noticiarios del mismo género. La clave del éxito fueron el mensaje y el mensajero.

Ninguno de las y los periodistas que asistieron a las 1,438 mañaneras podrá decir que le censuraron alguna pregunta o que le pidieron antes su cuestionario para revisarlo. “Prohibido prohibir” fue la divisa de este ejercicio de comunicación circular, y la esgrima de datos y frases hizo de él una fuente de consulta y visita obligada.

Pero no puede el presidente de un país pararse todos los días frente a un pódium y expresar un discurso que no tenga un referente o una verificación con la realidad. El fondo de la comunicación del presidente López Obrador fue su obra de gobierno. El que en siete de cada diez hogares hubiese al menos una persona beneficiaria de alguno de los 18 programas sociales del Gobierno federal -que significaron una erogación histórica de 6 billones de pesos en seis años- fue la principal ancla en que la imagen y el discurso de un Gobierno que afirmaba luchar contra la desigualdad encontró un referente real y verdadero. Y la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores se convirtió en el programa estrella.

El otro referente constante y sonante fue el incremento salarial histórico a lo largo de su gobierno: en el primer año fue del 100%. Las mujeres trabajadoras de la industria maquiladora fronteriza fueron las más beneficiadas, pero también el 9% de las y los trabajadores del país que estaban en una situación altamente precaria en cuanto a sus ingresos, y que cada año vieron aumentar su salario en forma exponencial.

El discurso presidencial adquirió carta de credibilidad frente a mesas con despensas llenas y bolsillos con recursos económicos que ya empezaban a mitigar el gasto diario.

Otro de los grandes aciertos del gobierno del presidente López Obrador fue la disciplina fiscal y el manejo responsable de la micro y macroeconomía.

A diferencia de las administraciones del período neoliberal, que anteponían sus fundamentos económicos a todo lo demás, terminando así en crisis económicas sexenales, el primer piso de la 4T buscó el establecimiento de una estructura del mercado interno sobria y equilibrada, atendiendo a las necesidades de los diferentes sectores de la población y no a las ambiciones de unos cuantos.

Así, un gobierno de izquierda, de signo contrario y revisionista de los postulados neoliberales, terminó generando la transición presidencial más estable, confiable y segura en términos de funcionamiento de los mercados, alentando con ello la confianza de inversionistas y Gobiernos extranjeros.

¿Cómo explicar que una administración de izquierda resultara más confiable para los mercados que los Gobiernos neoliberales de derecha?…. mediante varios factores. Uno de ellos es que la llamada “economía moral”, basada en el combate a la corrupción, la eliminación de privilegios fiscales y la austeridad republicana, resultó más funcional para los mercados que el capitalismo de cuates o de moches.

Otra explicación es que la segunda distorsión más importante para los mercados, después de la corrupción, es la desigualdad social, económica y regional, pero que también fue corregida notablemente por el primer gobierno de la 4T, a tal grado, que el sureste mexicano terminó creciendo más que el norte, y casi 9 millones de mexicanas y mexicanos salieron -en plena pandemia- de la situación de pobreza extrema, gracias a los subsidios gubernamentales, a las remesas y a que el salario mínimo dejó de ser un salario de miedo.

La salud financiera y económica del Estado mexicano se erige, así, en una de las grandes herencias del primer gobierno popular emanado de un ejercicio auténticamente democrático.

Los temores en torno a su eventual desempeño económico quedaron disipados a fuerza de contundentes resultados.

Ahora, las inquietudes serían que regresara la “economía del miedo”, tan propia de gobiernos anteriores; la economía de las crisis cíclicas de fin de sexenio, de la incertidumbre plena, del déficit de confianza, de la devaluación de la credibilidad, de las reservas agotadas, del tipo de cambio politizado, del déficit público explosivo o de la economía ficción.

Por otra parte, en materia ideológica, el presidente López Obrador fue un defensor de la democracia y de los derechos políticos y sociales del pueblo mexicano. No sólo abanderó las más diversas causas en torno a la justicia social, sino que respaldó las demandas populares sin incitar jamás al uso de cualquier tipo de violencia, respetando la libertad de expresión y contribuyendo al despertar de las conciencias.

El -desde ayer, 1 de octubre- expresidente López Obrador no fomentaba la polarización, sino la politización o repolitización del pueblo (uno de los legados más trascendentales para el devenir de la democracia mexicana).

Podríamos enumerar otras claves del éxito de este proyecto transexenal llamado 4T, pero sólo con estos referentes empezaremos por ahora. Faltó mucho por hacer, sí; pero, sin lugar a dudas, fueron más los haberes que los deberes de la 4T entre las y los mexicanos. Si no fuera así, MORENA no habría sido votado masivamente el pasado 2 de junio y no seguiría gobernando.

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