Por: Gilberto Solorza
El activista conservador estadounidense Charlie Kirk, cofundador de Turning Point USA y uno de los defensores más firmes de la Segunda Enmienda, murió el miércoles 10 de septiembre de 2025 en la Universidad de Utah Valley, en Orem, Utah.


Un hombre le disparó en el cuello durante un debate al aire libre frente a miles de personas. Los servicios de emergencia lo trasladaron de inmediato a un hospital cercano, pero los médicos confirmaron su muerte poco después. El presidente Donald Trump confirmó la noticia y envió condolencias a su esposa y familia. La policía aún busca al sospechoso del ataque.
El tiroteo sacudió a Estados Unidos y desató un nuevo debate sobre la violencia política y el acceso a las armas. Los aliados de Kirk lo recordaron como una voz clave de la juventud conservadora y como un militante incansable en la defensa de los valores republicanos. Trump lo describió como una figura muy querida y cercana. Sus seguidores lamentaron la pérdida y destacaron su capacidad de movilizar a miles de estudiantes en favor de sus ideales.
Los críticos ofrecieron una lectura diferente. Condenaron la violencia, pero subrayaron que Kirk murió víctima de la misma cultura armamentista que él promovió. En redes sociales y espacios de opinión, varios opositores remarcaron la paradoja: el activista que defendió con fervor la Segunda Enmienda, activo legal que permite a todo estadounidense comprar y/o vender armas, perdió la vida a causa de un disparo.
Kirk, de 31 años, construyó una carrera marcada por la confrontación. Desde Turning Point USA impulsó campañas contra profesores que consideraba promotores de ideas progresistas. Atacó la migración, el feminismo, la diversidad en los campus y los derechos de la comunidad LGBTQ+. Sus intervenciones en universidades y sus videos virales lo convirtieron en un personaje influyente, pero también en una figura divisiva.
Difundió teorías de fraude en las elecciones de 2020, minimizó la gravedad del COVID-19 y difundió rumores falsos sobre migrantes haitianos. Su estilo provocador generó apoyo ferviente y rechazo abierto. Para unos representaba resistencia frente a lo que llamaban hegemonía progresista; para otros, era un motor de radicalismo y desinformación.
La muerte de Charlie Kirk cerró de golpe la carrera de un activista que encarnaba las tensiones de la política estadounidense. Su final dejó una paradoja imposible de ignorar: la enmienda que defendió hasta el extremo terminó jugando un papel directo en su caída.