Además, arancel a jitomates
Una adversidad fortalece: La presidenta Claudia Sheinbaum inició uno de los sexenios más difíciles de los últimos tiempos.
A la escasez de recursos vino a sumarse el factor Trump. Lo último es el arancel de 20.91 por ciento a la exportación del jitomate mexicano. Estados Unidos es dependiente por lo que tenemos alta dependencia tanto nosotros para exportar como ellos para consumir y no es fácil que otros países puedan sustituir a nuestro jitomate. Tenemos 90 días para dialogar y este proceso no es nuevo y siempre gana México.
Las posibles sanciones lo harán más caro para los consumidores en EU. La mandataria no señala que podríamos responder con un arancel a su importación, pero tampoco está descartado en la mesa de negociaciones. Donald Trump convirtió los aranceles en una montaña rusa de política comercial que dejó a mercados e inversionistas con muchas pérdidas de dinero. Sus anuncios súbitos, giros de último minuto y sus decisiones impredecibles crearon una incertidumbre comercial inédita, que paralizó proyectos de inversión y dejó a muchas empresas en compás de espera.
Como un capitán que cambia de rumbo en altamar, sin avisar, Trump sacudió los cimientos del comercio internacional. Y México, como socio estrechamente vinculado con Estados Unidos enfrentó el temblor con fuerza. El primer giro brusco llegó con el anuncio de un vaivén arancelario del 25 por ciento a productos de México y Canadá, incluidos los protegidos por acuerdos comerciales. Luego vino una pausa de 30 días, sin claridad sobre las condiciones para eliminar o extender la medida arancelaria. Luego otra pausa, pero al mismo tiempo se aplicaron aranceles sectoriales al acero, aluminio luego a los automóviles. La constante alternancia entre imposición y suspensión de tarifas sembró mucha confusión. Los empresarios describieron el panorama como “un caos como objetivos en constante cambio”, en un gobierno de EU que se alejaba de cualquier norma comercial tradicional.
Su visión: Trump justificó sus políticas mencionando aranceles recíprocos, como si solo respondiera con la misma moneda a las medidas arancelarias de otros países. Pero en la práctica no hay fórmula clara: sus decisiones variaron según el humor político del momento más que por fundamentos económicos. Y luego llegó otra pausa de 90 días, sin saber qué es lo que ocurrirá. Trump invocó poderes de emergencia nacional para saltarse procesos legales y ajustar tarifas “sobre la marcha”. Un día amenazaba con aranceles máximos, al día siguiente concedía exenciones parciales sin explicación.
El propio Trump llegó a decir: “no cambio de opinión, pero soy flexible”, una frase que terminó describiendo su enfoque errático. La guerra comercial declarada a China fue el frente más visible. Trump empezó con aranceles de 34 por ciento, pero pronto fueron escalando y llegaron a 145 por ciento a bienes chinos y 125 por ciento a productos estadounidenses adquiridos por China. Después, reculó Trump, eximiendo temporalmente a artículos como celulares, computadoras y chips. Este ir y venir no solo afectó a China: muchas empresas estadounidenses y de otros países enfrentaron ya interrupciones en sus cadenas de suministro, alzas de costos y rediseños forzados de sus operaciones.
La política arancelaria de Trump funcionó como un sismo comercial cuyos efectos llegaron a todos los rincones del mundo. En el mundo de los negocios, la estabilidad y las reglas claras son fundamentales. Pero la volatilidad arancelaria de America Great Again instauró un clima de cautela extrema. Inversionistas globales comenzaron a caminar con mucha cautela. En las juntas directivas, el nuevo mensaje fue claro: “esperar y ver qué pasa”. Cientos de empresas pospusieron sus planes de expansión, replantearon decisiones estratégicas o simplemente congelaron inversiones en espera de mayor certidumbre, en un entorno donde la incertidumbre está pesando tanto como los propios aranceles.
Para México, esta incertidumbre alcanzó un impacto directo, su relación comercial con EU, tradicionalmente sólida bajo el paraguas del NAFTA o del TMEC, quedó en entredicho por decisiones unilaterales de Trump. Y aunque algunos aranceles no se aplicaron o se suspendieron de último momento, la desconfianza quedó sembrada.