Por: Gilberto Solorza
El Tribunal Supremo de Brasil condenó a Jair Bolsonaro a 27 años y 3 meses de cárcel por encabezar un intento de golpe de Estado tras perder las elecciones de 2022 frente a Luiz Inácio Lula da Silva.
Bolsonaro y siete colaboradores planearon acciones violentas contra el gobierno legítimo, incluyendo amenazas, destrucción de bienes públicos y un complot que llegó a contemplar el asesinato de Lula y su vicepresidente. Los delitos incluyen intento de abolición violenta del Estado democrático, golpe de Estado, liderazgo de una organización criminal armada y daños al patrimonio público. Esta es la primera condena histórica a un exmandatario brasileño por golpismo.
Los militares y la trama golpista
Bolsonaro contó con el apoyo de militares de alto rango y exministros en la planificación del golpe. Entre los condenados figuran Walter Braga Netto, general de la reserva y exministro de Defensa; Paulo Sérgio Nogueira, exministro de Defensa; Almir Garnier, excomandante de la Marina; Augusto Heleno, exministro de Seguridad Institucional; Anderson Torres, exministro de Justicia; Mauro Cid, exedecán de Bolsonaro, y Alexandre Ramagem, exdirector de la Agencia Brasileña de Inteligencia.
Estos actores coordinaron estrategias para deslegitimar los resultados electorales, organizar acciones violentas y mantener un control paralelo sobre instituciones clave. Durante el proceso judicial, se detalló que planeaban anular las elecciones, usar la fuerza contra el Supremo Tribunal Federal y la Presidencia, y ejecutar ataques extremos que incluían posibles asesinatos. Los daños materiales superaron millones de reales, afectando sedes del Congreso, el Supremo y la Presidencia.
Proyecciones hacia 2026 y polarización política
La condena debilita la posición política de Bolsonaro y su movimiento de derecha de cara a las elecciones presidenciales de 2026. La justicia electoral brasileña lo declara inelegible hasta 2030, aunque aliados buscan en el Congreso amnistías que puedan restaurar su influencia.
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El fallo refuerza las instituciones democráticas y puede aumentar la participación electoral, pero también profundiza la polarización. Bolsonaro mantiene un sector fiel de seguidores, mientras otros sectores celebran la condena. La fragmentación del voto de derecha y la aparición de nuevos líderes conservadores podrían redefinir el panorama político brasileño en los próximos años.