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Eduardo Meraz

Huachicol, tan querido y tan temido

Por: Eduardo Meraz

El socavón provocado por el huachicol fiscal, hasta hace unos días tan querido por quienes se beneficiaban de él, ahora se ha vuelto muy temido, pues no parece haber fuerza humana y política capaz de evitar los daños personales y grupales ni los daños colaterales en muchas áreas de la vida nacional.
Las historias fantásticas de los jugosos negocios generados a su amparo, se han trastocado y amenazan convertirse en pesadillas en los días porvenir. Y no tendría nada de raro este cambio, si se toma en consideración el enorme boquete causado a las finanzas públicas y como la riqueza nacional -el petróleo es de todos los mecanos, se decía- engroso los bolsillos de malos funcionarios coludidos con empresarios y organizaciones delictivas.

Según algunas investigaciones particulares, tan solo en 2021, los daños al erario por el huachicol fiscal, significó dejar de percibir más de medio billón de pesos, más de 19 veces el monto por la no deducción de las aportaciones de bancos al IPAB.

En un ejercicio imaginario, si esa cantidad se hubiese recaudado a lo largo del sexenio anterior, estaríamos hablando de más de tres billones de pesos; es decir, una tercera parte del total de ingresos estimados por la Secretaría de Hacienda para este año.

Este boquete no solo representa una pérdida contable. Es dinero que no llegó a hospitales, escuelas, programas sociales, infraestructura o seguridad pública.

Pero el huachicol de combustibles no ha sido el único campo en el cual se presenta este ilícito, también lo vemos en todo el sector energético: en gas y electricidad, así como en el agua y otros alimentos y bienes donde la permisividad gubernamental posibilita nos den gato por liebre.

Por ejemplo, en el sector eléctrico, existen casos documentados de empresas que manipulan sus consumos para pagar menos, mientras observamos en el suministro de agua, comunidades enteras sufren desabasto, en tanto industrias acceden a volúmenes desproporcionados sin regulación.

En el ámbito alimentario, la adulteración de productos y el contrabando también forman parte de esta economía paralela que erosiona la confianza ciudadana.

Si en el caso de los combustibles nos habíamos quedado con imágenes románticas de tomas clandestinas, bidones rebosantes, piquetes y perforaciones a los ductos, hoy los traslados se hacen en buques-tanque de gran tamaño o en convoyes de trenes, como muestra plausible de un mundo de ensueño, auspiciado por el sector aduanero, con la colaboración de militares y marinos.

Así, en apenas unos cuantos años, pasamos de esa visión bucólica a la mal llamada “viveza criolla”, entendida como la forma de “ganarle o aliarte al sistema”, ahora se revela como una pesadilla colectiva en la cual el bienestar de millones de compatriotas está sujeto a la buena voluntad del oficialismo de corregir y sancionar a los causantes del daño.

Por lo visto en las primeras declaraciones de los funcionarios del segundo piso transformador, se empiezan a generar dudas de impedir la impunidad o de llegar tope donde tope. Los dichos de las autoridades están más orientadas a salvaguardar pactos y compromisos del pasado inmediato y del presente, pues implicaría una caída masiva y, tal vez, el fin de la “gloriosa” historia guinda.

El huachicol, en cualquiera de sus manifestaciones, ha sido funcional para ciertos grupos de poder; durante años, permitió financiar campañas, enriquecer aliados y sostener redes clientelares en buena medida, porque combatirlo requiere voluntad política, capacidad técnica y una coraza impenetrable para no morir o ser convencido en el intento, como ocurrió con los responsables de adunas y puertos.

Pero hay otro factor: el miedo. Como señala Meraz, el huachicol fiscal se ha vuelto temido. Ya no es solo un negocio lucrativo, sino una bomba de tiempo que amenaza con estallar en múltiples frentes. Los daños personales, grupales y colaterales son cada vez más evidentes. Desde la pérdida de empleos hasta el deterioro de servicios públicos, pasando por el descrédito institucional y la desconfianza social.

Los ciudadanos debemos ir más allá de la acción pública de sólo tapar el socavón; tenemos ante nosotros la oportunidad de cerrar una de las grietas más profundas de su sistema económico.

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El petróleo, el gas, el agua, la electricidad y los alimentos son bienes comunes, y hoy que se conoce parte del modus operandi de huachicoleros, quizás deje de ser tan querido por algunos y empezar a ser tan temido por muchos.
He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Una demostración más de “la magia de los otros datos”, nos la acaban de dar a conocer en Palacio Nacional. El 1 de septiembre en su primer informe de gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que los homicidios dolosos habían descendido un 25%; este martes 9 de septiembre, en el informe del gabinete de seguridad, ese porcentaje ascendió al 32%.

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