Reforma electoral regresiva
Óscar Tamez
El gobierno federal busca el control absoluto de la política y sus instituciones, el objetivo es regresar la democracia a la primera mitad del siglo XX cuando se ganaban elecciones sin votos y el clientelismo de estado lo era todo.
Acabar con los legisladores de representación proporcional (RP) significa el retorno a la democracia de mayorías, esa que se transformó en la reforma constitucional de 1963 cuando surgen los primeros diputados de partido y así evolucionar en lo actual.
El presupuesto público en los años 70´s del siglo pasado fue exigencia de la izquierda mexicana para poder ser competitivos; en una democracia de apuestas privadas, sabemos que nadie apuesta al caballo más flaco, al que no tiene posibilidades de ganar. El presupuesto público ayudaba a esos competidores a avanzar, si no ganaban, al menos su proyecto crecía y eso en democracia es mucho pues implica dar voz a las minorías.
Los dos golpes mortales a la democracia representativa y de minorías actual se cocinan en las reformas pretendidas para acabar con la representación proporcional y con el presupuesto público a partidos y candidatos.
Esta reforma no pasa sin el apoyo de los partidos Verde y PT, para ellos votarlo representa la eutanasia, claro, siempre hay atrevidos queriendo saltar de un puente.
La democracia en México se fortaleció con la RP, así es como ganaron posiciones la derecha y las izquierdas comunistas en la segunda mitad del siglo XX.
El presupuesto público y el acceso a los medios de comunicación acercó la competencia electoral, no la igualó, pero permitió que hubiera eso: competencia.
Se debe acabar con los legisladores de partido, los plurinominales, los de lista, pero no con la RP. Actualmente hay diputados federales de RP en formato de vacas sagradas, cúpulas de partidos y prebendas, dentro de una lista donde se elige del número uno hacia atrás, alcanzando espacios sólo los primeros de la lista.
La RP donde se elijan a los de primera minoría en los distritos es una excelente opción que conjunta lo mejor de la selección en candidatos. Implementarla por circunscripción donde se seleccionen cuántos deben ser por RP y luego se determinen los perdedores de mayor votación en cada partido; así tendríamos diputados que conocen el territorio, interesados en servir al electorado más que a su partido (bueno, es un decir), con legitimidad para ser representantes populares.
En el senado tenemos senadores de primer minoría y de lista. Que se aplique la misma fórmula, senadores de RP electos únicamente de la primer minoría, esto legitima su posición y los convierte en comprometidos con sus votantes (se vale soñar).
Aniquilando la RP no se resuelve la legitimidad, hacerlo implica tener legislaturas hegemónicas, en la actualidad tenemos partidos hegemónicos en el poder legislativo, pero en democracias de mayorías se acaba la representación de grupos minoritarios.
Sin RP adiós a la representación de clases medias, a grupos de profesionistas, a poblaciones marginadas, a intereses sociales como lo son el animalismo, la sostenibilidad, el agua y el cambio climático, entre otros temas de interés sectorial que no se representan en los partidos hegemónicos, no al menos, en los cuatroteños.
La RP es la inclusión democrática para grupos minoritarios que no se representan en las mayorías. Acabarla es el retorno a la democracia simulada desde el poder.
Claro, para el ciudadano harto, desilusionado y apático, es un dulce decir que se acaban los diputados que sirven para poco (en su concepción).
En otra entrega abundamos en el peligro de quedarnos sin presupuestos públicos.