PULSO

Eduardo Meraz

Colorados llevo los tomates

Eduardo Meraz

Si para Estados Unidos, su pregón por la cancelación del acuerdo por medio del cual el jitomate mexicana el no ingresaba a su territorio sin el pago de impuestos, es para que los productores se pongan a bailar; en el caso de Palacio Nacional, este nuevo punto de fricción, el pregón servirá para ser más popular.

Y así, entre pregones de Donald Trump y Claudia Sheinbaum con el coro de sus respectivos equipos, para uno los colorados son los mameyes y para otra, son los tomates, las posibilidades de un acuerdo mutuamente satisfactorio parece alejarse y más bien se avizora un trato forzado.

La letra de esta cumbia política dice mucho: “Colorados llevo los tomates…” se convierte en metáfora del actual momento binacional; mientras para Trump, los colorados eran los mameyes, la fruta de la sanción. Para Sheinbaum, el tomate encarna soberanía. Pero ninguno parece querer bailar al mismo ritmo.

Desde hace décadas, ambos países han bailado al compás del Tratado de Libre Comercio (TLC). Primero el TLCAN, después su metamorfosis en el T-MEC. Y aunque ha habido beneficios tangibles—exportaciones crecientes, industrias integradas—las fricciones nunca desaparecieron.

Hoy, el jitomate mexicano, tan rojo como las pasiones comerciales que despierta, se convierte en emblema del desacuerdo. Cuando Washington decide cancelar el acuerdo que exentaba su ingreso sin aranceles, no solo se frena el comercio, también se aviva la narrativa de exclusión y proteccionismo.

Lo que debería ser un esfuerzo conjunto se convierte, en ocasiones, en teatro político: unos agitan datos, otros estatizan el dolor. El resultado es un diálogo disonante, donde el consenso se ahoga entre aplausos partidistas y abucheos diplomáticos.

Así que mientras los pregoneros de Palacio Nacional y de la Casa Blanca suben el volumen, quizás sea tiempo de que las ciudadanías, las verdaderas voces detrás de los pregones, exijan un nuevo ritmo. Uno donde los tomates no sean escudos ni los mameyes municiones. Uno donde la seguridad, el comercio, y la cultura canten juntos.

El jitomate mexicano, símbolo de sabor y trabajo, se convierte en bandera de fricción cuando Washington le impone aranceles, cancelando aquel acuerdo que lo dejaba entrar sin impuestos. Pero no viene solo: los melones también se pintan de rojo, convertidos en emblemas de las nuevas barreras comerciales.

En el pregón de “Colorados llevo los melones”, se escucha una ironía cruda: lo que debería ser fruto de intercambio, se vuelve símbolo de bloqueo. Los aranceles actúan como muros invisibles que afectan directamente a agricultores, comerciantes y cadenas logísticas a ambos lados de la frontera.

Sumado al conflicto comercial está el tráfico de fentanilo, convertido en instrumento de recriminación. Estados Unidos exige acción; México exige respeto. Pero en vez de coordinación, se elige el dramatismo del escenario político.

El T-MEC, heredero del TLCAN, debería ser guion compartido. Sin embargo, cada país parece tocar su propia melodía; las notas de cooperación se pierden entre acusaciones y amenazas, sobre todo por la aparición de los pregoneros independientes de los cárteles del crimen, que ven en riesgo su carrera de éxitos durante la administración lopezobradoriana.

Mientras México, Estados Unidos y los cárteles bailan su pregón —cada quien con su coro—, los verdaderos músicos, los ciudadanos, aguardamos una versión que sí se pueda bailar, sin brincos ni sobresaltos. Como diría Matamoros: “Mi pregón será más popular”… pero para eso, hace falta que todos los instrumentos suenen en conjunto.

Cada país parece estar tocando con su propia partitura. Estados Unidos sube el volumen con sanciones y exigencias, mientras México intenta mantener el ritmo con tambores de soberanía y defensa, para no verse en la urgencia de romper pactos con los poderes fácticos que impulsaron la llegada de Sheinbaum Pardo a Palacio Nacional.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Una iniciativa de la Cámara de Representantes de Estados Unidos plantea que cada dependencia estadounidense trabaje con su contraparte mexicana en el combate la narcotráfico. para lograrlo, se establece como requisito que cada agencia estadounidense haga una “evaluación” de la relación directa entre el componente de la comunidad de inteligencia, si la hubiera, y cualquier componente del gobierno de México, incluyendo la evaluación del riesgo de contrainteligencia en dicha relación.

¿Desconfianza?

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