En un municipio marcado por desafíos sociales y urbanos, las Casas de Día de Ecatepec se han transformado en espacios vitales para cientos de personas adultas mayores que enfrentan soledad, enfermedades crónicas y, en muchos casos, cuadros de depresión.



La Casa de Día Icoltzini, ubicada en la colonia Granjas Valle de Guadalupe, es un ejemplo palpable. Allí, Carolina Suárez Islas, de 74 años, sonríe con entusiasmo al asegurar: “Soy súper feliz”. Viuda y sin compañía familiar cercana, relata que atravesó 18 fracturas, un infarto y una neumonía que la dejó en silla de ruedas. Hoy, gracias a este espacio, ha recuperado sus ganas de vivir: “Aquí me he levantado”, afirma convencida.
Por iniciativa de la alcaldesa Azucena Cisneros Coss, el Sistema Municipal DIF reactivó las 11 Casas de Día que hoy brindan atención integral a 800 personas mayores, en un horario de 8:00 a 17:00 horas. Cada centro, conocido cariñosamente como “Casita Feliz”, ofrece actividades adaptadas a las necesidades físicas y emocionales de sus usuarios: yoga, taichí, gimnasia cerebral, arte terapia, baile, danzón, tejido, asesoría psicológica y jurídica, entre muchas otras.
En cada una de estas casas también operan módulos gerontológicos a cargo de personal especializado que atiende los procesos de envejecimiento con un enfoque humano y preventivo.
La transformación en la vida de los asistentes es evidente. Teresa Martínez y Enrique López, ambos de 70 años, llegaron en condiciones vulnerables. Él camina con ayuda de dos bastones; ella tiene problemas visuales. “Me dijeron que había baile, y yo dije: ‘Es mi mero mole’”, relata ella entre risas. Ambos coinciden en que su estado de ánimo ha mejorado significativamente.
Para Margarita Ortiz, de 72 años, las pérdidas familiares recientes la sumieron en una depresión profunda. Hoy, gracias a la atención psicológica y los talleres, poco a poco ha recuperado estabilidad emocional. “Ya pasé con la psicóloga y me está ayudando mucho”, comenta.
Irma Anguiano, encargada de la Casita Icoltzini, reconoce que muchos adultos mayores llegan con una carga emocional muy pesada. “Venían con un costal lleno, sin ganas de vivir. Hoy, el baile y el arte les han devuelto la sonrisa. Aquí llegan el lunes con ese costal lleno, y el viernes se van más ligeros”, resume.
Estas Casas de Día no solo representan un lugar de esparcimiento, sino un modelo de atención gerontológica que apuesta por la dignidad, el bienestar emocional y la integración social de un sector frecuentemente olvidado.
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