Rockabilly enmascarado en el corazón del Centro Histórico


Por: Gilberto Solorza

Mientras en otros recintos se ofrecían visitas guiadas o talleres, un rincón discreto del Centro Histórico, casi llegando a La Lagunilla, se transformó en una pista de baile de los años cincuenta.

El Museo Numismático Nacional fue sede de una de las veladas más singulares y entrañables de esta edición: un baile social rockabilly con antifaces, una especie de mascarada vintage donde la música, la ropa y el espíritu hicieron olvidar por completo el siglo XXI.

Aunque el evento comenzaba oficialmente a las 5:00 de la tarde, desde dos horas antes ya se veía llegar gente con chaquetas de cuero brillante, chamarras tipo varsity, peinados altos, pañuelos en la cabeza y faldas de vuelo que giraban al mínimo impulso. La escena era la de una película antigua, pero con la calidez muy actual de un grupo que ama lo que hace. A cada paso se respiraba entusiasmo y respeto por la estética y el espíritu de los cincuenta.

La cita fue en la Sala de Apartado del museo, un espacio modesto pero amplio, que se convirtió en una verdadera cápsula del tiempo. La luz cálida, los tocadiscos y la decoración discreta pero efectiva creaban la atmósfera perfecta para una fiesta que fue mitad exhibición, mitad celebración.

El evento se dividió en dos tipos de momentos: por un lado, la pista abierta para que el público pudiera animarse a bailar, al principio con cierta timidez; por el otro, demostraciones de bailarines expertos, entre ellos varios miembros de las clases de jive del Be Pops Diner, quienes mostraron pasos complejos y energía inagotable. Muchos observaban desde sus asientos con sonrisas que iban del asombro al anhelo.

Todo cambió cuando sonó ‘Hit the Road Jack’ de Ray Charles. Ese fue el verdadero punto de quiebre. Los más reservados se pusieron de pie, algunos improvisando con soltura inesperada, otros dejándose llevar por el ritmo sin preocuparse por la técnica. A partir de ahí, la pista se llenó de vida.

Durante casi tres horas, desfilaron himnos del rock and roll, del rhythm and blues, del doo wop y del jive: ‘Twistin’ The Night Away’ de Sam Cooke puso a girar a más de una falda, mientras que ‘She’s Got Me Hypnotised’ de Mario Bradley arrancó vítores espontáneos. Las coreografías más aplaudidas vinieron con ‘Runaround Sue’ y ‘Love Me or Leave Me’, pero si hubo una favorita indiscutible, esa fue The Cues. Sonaron hasta tres veces: ‘Why’, ‘Crazy Crazy Party’ y ‘Yes, Sir’, como si fueran el soundtrack oficial de una tarde perfecta.

La mascarada, además, añadió un toque teatral: muchos asistentes llegaron con antifaces, algunos de encaje, otros con lentejuelas, y otros más improvisados, pero igual de encantadores.

A las 8:00 en punto terminó el evento, pero la energía no desapareció. A la salida, algunos seguían bailando en la calle, otros se despedían como viejos amigos, aunque apenas se hubieran conocido. Fue una noche donde la nostalgia se volvió presente, donde el rockabilly no solo se escuchó: se vivió.

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