Los Arcadios de la 4T
Eduardo Meraz
Sintiéndose descendientes directos del coronel Aureliano Buendía, los funcionarios del bloque amlista asistente al festival informativo del pasado domingo en el Zócalo estaban tan maravillados por ver, por primera vez llena, la Plaza de la Constitución, como si descubrieran el hielo; ¡qué emoción!
Y ya metidos en el realismo mágico, maravillados o distraídos olvidaron el objetivo de su presencia en la plaza principal del país, se olvidaron de estar atentos al paso de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Prefirieron desde el olimpo de la zona VIP, disfrutar del espectáculo de la “transportada” unidad nacional en miles de autobuses -ni modo que llegaran caminando, teniendo autoridades tan benévolas-, ávida de conocer el detalle de lo que no se escucha en la “mañanera del pueblo” sobre los avances en las negociaciones con el presidente Donald Trump.
Lo inaceptable no fue la descortesía – al haberle dado la espalda-hacia la comandanta suprema de las fuerzas armadas, sino hacia las decenas de miles de asistentes esperanzados en recibir la mirada bucólica de los máximos dirigentes del morenismo.
Unos, los Arcadios, en ese estado de gracia al contemplar a los miles de habitantes de los centenares de Macondos mexicanos, sentían en su yo interno el maravilloso futuro que les esperaba pues, con la pequeña ayuda de sus “amistades cártel-eras”, nada impediría el siglo de oro del cambio de régimen.
Para sus adentros, la grandeza pretendida por Donald Trump para Estado Unidos, llegaría primero a los dominios de Morena, donde la dinastía de los Arcadios es la estirpe primigenia sobre la cual descansa y tiene sentido la cuarta transformación.
Andy, Luisa, Ricardo, Adán, Manuel, Victoria y Alejandro son nombres que después de su comportamiento dominical de principios de marzo de 2025, en el Zócalo de la Ciudad de México, se escribirán con letras de oro en los muros del Congreso y no en el hielo que, no obstante su frialdad, quema.
Para otros, los espectadores presenciales y virtuales de esta escena principalísima del drama cómico-musical, aun cuando lo denominen “asamblea informativa” o “festival”, la posibilidad de verse forzados a acudir al mismo escenario cada mes, resulta poco atractivo por más transporte, lunch y cash recibidos.
Para la protagonista, habitante del palacete a las espaldas del templete, la alegría se vuelve, en ocasiones, mueca. Coros y aplausos se escuchan fingidos; los lemas, tanto tiempo repetidos han perdido encanto. Y tanto la voz de la presidenta Sheinbaum Pardo como el vocerío de la inmensa plazuela se escuchan con sordina.
Para ella, la primera mujer presidenta de México, quisiera convertirse en Remedios, personaje medular de “Cien años de soledad” y aprovechar los poderes de levitación y desaparición para evitar tratos con los Arcadios y otros personajes menores, heredados por quien se supone vive en “La chingada”.
Sin duda, las flores trumpistas hacia ella las cambiaría por otras de las virtudes de Remedios , cuyas cualidades de poder conectar lo divino y lo mágico le permitieran recuperar el oro y el moro de los recursos públicos, saqueados hasta hace unos cuantos meses.
Según algunos críticos literarios, este personaje de la novela más reconocida de Gabriel García Márquez es una mujer misteriosa y enigmática, que tiene un impacto significativo en la familia Buendía. Por lo tanto, no debe extrañar el anhelo o pesar de Claudia Sheinbaum de tener que jugar un papel relevante en la familia López.
Así, legado y sentimientos filiales, incluidos los Arcadios, parecen ser los principales obstáculos para encontrar los remedios que México necesita y que el extranjero -Donald Trump- reclama o convertirá a México en una versión, siglo 21, del moribundo Macondo y sin mariposas guindas.
He dicho.