Por Ricardo Monreal Avila
Un auténtico punto de inflexión en el proceso electoral de Estados Unidos: luego de tres semanas de deliberaciones, presiones internas y comentarios en medios y redes sociales, la salud y aptitud cognitiva del Presidente Joe Biden se volvieron el issue de la campaña presidencial en esa Nación, y el mandatario tomó una decisión, quizá la más importante de su longeva carrera política, que inició a los 33 años, en 1972, como el cuarto Senador más joven de su país.
La renuncia de Joe Biden a la carrera presidencial habla más de su madurez, responsabilidad y generosidad como político y estadista que de un candidato ambicioso, vulgar y de mirada corta.
Se retira a tiempo, con la satisfacción de haber llegado a la Presidencia en una elección muy competida y cerrada.
Durante su administración, la inmigración y seguridad fronteriza fueron un punto controversial entre ambos países, y se volvieron una constante los desacuerdos sobre el manejo de los flujos migratorios en la frontera, así como los debates respecto a la efectividad y ética de las respectivas políticas migratorias.
En materia comercial y económica hubo algunas disputas relacionadas con la implementación del T-MEC, además de controversias sobre subsidios y el proteccionismo en sectores clave, como la industria automotriz y la agricultura.
Las mayores tensiones bilaterales se presenciaron en el ámbito de la seguridad, particularmente en torno a las estrategias para enfrentar el tráfico de drogas y al crimen organizado, y se dieron debates sobre la cooperación en el intercambio de información.
Recuérdese en este punto la fricción con la DEA y su acoso extra institucional por el tema del Fentanilo y el combate a los Cárteles.
Al final, el espinoso asunto encontró cauces diplomáticos y de entendimiento bilateral.
En cuanto al ámbito energético, las preocupaciones de Estados Unidos se centraron especialmente en las políticas de México respecto a energías renovables e inversión extranjera en el sector. También se suscitaron algunas diferencias en los enfoques y compromisos para abordar el cambio climático y la protección ambiental.
Tampoco se deben soslayar las críticas sobre temas de Derechos Humanos y Libertad de Prensa en nuestro país, así como los señalamientos del Gobierno de México en relación con la interferencia en asuntos internos de cada Nación.
Pese a todo lo anterior, México y Estados Unidos mantienen un vínculo estrecho, complejo y multifacético, con muchas áreas de cooperación e intereses compartidos.
Como suele mencionar en sus conferencias mañaneras el Presidente Andrés Manuel López Obrador, nuestro país ha mantenido con su vecino del norte una relación y un trato respetuosos, de entendimiento bilateral y “en un pie de igualdad”.
En México se aprecia y agradece que Joe Biden sea el único Presidente estadounidense, desde George Bush, que no ha construido un metro de muro fronterizo, sin que ello signifique la desatención del tema migratorio.
Destaca además que Biden tuvo el honor de sacar a su país de la pandemia más riesgosa (COVID-19) en cien años, mediante medidas para mitigar sus efectos y la implementación de una estrategia de vacunación masiva.
Durante su administración también se aprobó un importante paquete de inversión en infraestructura y se promulgaron reformas legales para reducir la inflación, legislación que aborda el cambio climático, los precios de los medicamentos y la reforma fiscal.
En política exterior, se restauraron las alianzas internacionales; Estados Unidos se reincorporó al Acuerdo de París sobre cambio climático (y a nivel interno se promovió el establecimiento de objetivos ambiciosos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero), y se logró contener la escalada bélica en Europa central y en Oriente Medio (que bien pudo detonar una conflagración mundial).
Su política de no discriminación e igualdad de género incluyó importantes nombramientos, como la nominación de la primera mujer afroamericana, Ketanji Brown Jackson, a la Corte Suprema, y se promulgaron una serie de reformas en materia penal, en aras de abordar la desigualdad racial en el sistema de justicia.
Asimismo, se dio impulso a la producción nacional de semiconductores y a la investigación tecnológica, y se inició la reubicación de empresas globales, para reposicionar al continente americano en el nuevo mundo multipolar (lo que abrió las puertas al nearshoring, con los correspondientes beneficios para nuestro país) y dar un nuevo impulso al mercado interno y a la generación de empleo.
Es importante señalar que la evaluación completa del legado del Presidente Biden no se podrá realizar sino años después de que haya dejado el cargo, ya que los efectos a largo plazo de sus políticas se harán más evidentes con el tiempo.
Es muy probable que el relevo en la candidatura demócrata sea la Vicepresidenta Kamala Harris. Así lo expresaron ya el propio candidato dimitente y voces representativas del partido demócrata, como Hillary y Bill Clinton, además de los gobernadores y líderes de ambas Cámaras federales.
Harris es una mujer liberal, que tiene más entendimiento de la relación con México y se formó tanto en las oficinas de justicia y seguridad nacional como del Departamento de Estado, donde los temas de migración, combate a las drogas, nearshoring y medioambientales tienen un tratamiento más científico, realista e institucional, y menos ideológico y electorero. Incluso la Vicepresidenta tiene familiares en México.
Si es postulada como candidata presidencial en la próxima Convención Demócrata, veremos una campaña al alto contraste, no solo por la cuestión de género, sino por formación, discurso, programa y políticas públicas.
Sin embargo, no olvidemos que en la relación histórica e irreductible entre México y Estados Unidos podemos encontrar tanto Presidentas Demócratas y Republicanos que fueron respetuosos y amistosos con México como mandatarios de ambos partidos que tuvieron un trato injerencista, desdeñoso y grosero.
Nada es definitivo aún en esa elección, de la cual México no se debe abstraer (mucho menos, entrometerse en ella), pero sí estar muy atento.
Faltan 106 días para los comicios estadounidenses; es decir, falta mucho por ver.
Que sea lo mejor para el gran pueblo de la Unión Americana y, por supuesto, para nosotros, sus vecinas y vecinos cada vez más cercanos.
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