Por Ricardo Monreal Avila
Los términos «campañas negras» y «guerras sucias» se utilizan para describir tácticas clandestinas o poco éticas empleadas en campañas o conflictos políticos, y desafortunadamente son consustanciales a cualquier competencia abierta.
El primer concepto se refiere a una estrategia política en la que individuos o grupos se involucran en métodos encubiertos, engañosos o turbios, para desacreditar oponentes, difundir información falsa, manipular la opinión pública o sabotear la reputación de rivales.
Esto último puede implicar difundir rumores, esparcir información engañosa —e incluso mentiras descaradas— en diversos canales (redes sociales o folletos anónimos) o emprender cruzadas de desprestigio destinadas a dañar la credibilidad e imagen pública de oponentes políticos. A menudo, sus tácticas pueden cruzar fronteras legales o morales.
También explotan emociones como el miedo o la ira, para alejar a las personas simpatizantes del adversario. Además, suelen centrarse en atacar el carácter, las calificaciones o el historial de aquel.
Las «guerras sucias» tienen una connotación más amplia y pueden referirse a operaciones militares o paramilitares no convencionales o encubiertas, realizadas por un Gobierno u otras entidades, a menudo fuera de los límites del Derecho Internacional, que pueden implicar asesinatos selectivos, torturas, desapariciones y otras formas de violencia llevadas a cabo en secreto o bajo el pretexto de la legalidad.
Buscan desestabilizar o eliminar amenazas percibidas por el régimen gobernante o promover agendas políticas particulares.
En el contexto de la política, el término también se usa para describir situaciones con un alcance mayor que el de las «campañas negras», y a menudo abarcan una gama más amplia de tácticas poco éticas o ilegales, como filtrar información robada, sabotear manifestaciones, amenazar o intimidar.
Su objetivo no solo es ganar una elección, sino desacreditar e, incluso, arrasar a los oponentes, valiéndose de métodos o actividades clandestinas, realizadas por actores estatales o no estatales.
Por ello, las «guerras sucias» generalmente se consideran más serias y dañinas que las «campañas negras».
Por ejemplo, un anuncio de campaña que resalte un error pasado de un candidato se podría considerar una táctica de «campaña negra», mientras que filtrar correos electrónicos pirateados o utilizar cuentas falsas de redes sociales para difundir rumores sobre él sería parte de una estrategia de «guerra sucia».
Tristemente, ambas estrategias han sido empleadas en forma sistemática por la oposición en nuestro país, presa de la desesperación. Aunque vale decir que esta última es mala consejera y, en política, además es una pésima aliada.
No es para menos. A dos meses y medio de la elección presidencial, las preferencias no se mueven: aparecen igual que hace medio año. Sigue encabezando la doctora Claudia Sheinbaum, con una ventaja promedio de 18 puntos; en segundo lugar, la candidata Xóchitl Gálvez, de la oposición coaligada, y en tercera posición, el candidato de MC, Jorge Álvarez Máynez.
Por supuesto que siempre existirá la posibilidad de que preferencias tan asentadas cambien repentinamente (desde una hecatombe hasta un milagro), pero la probabilidad de que esto suceda se ve lejana, a dos dígitos de distancia. Y esto causa desesperación a quienes apostaron mucho o todo su resto a pasar de segundo a primer lugar en la carrera presidencial.
Ello explica por qué el frente opositor está empecinado en realizar una campaña de negativos contra MORENA y su candidata. Máxime si el tiempo avanza y apremia. Pero no cualquier campaña de negativos prende y es comprada por el electorado; para esto, debe poseer determinadas características. El ataque tiene que ser creíble, contener pruebas, ser sorpresivo y sorprendente (escandaloso per se).
Si se descubre que es un truco, una treta o una mentira burda, el ataque negativo tiene el efecto de un búmeran, es decir, termina golpeando a quien lo lanzó.
Así ocurrió con los dos misiles arrojados contra el presidente López Obrador y la doctora Claudia Sheinbaum en las últimas semanas, con los hashtags #NarcoPresidente y #NarcoCandidata; una descarada estrategia de «guerra sucia». Sin embargo, el mismo mandatario los interceptó, y los negativos fueron debidamente encapsulados y procesados, a tal grado que no afectaron la alta aprobación que él sigue registrando, como tampoco la ventaja de la candidata morenista.
Desmontar el montaje y revelar los trucos y tretas que están detrás de toda «guerra sucia» o campaña de negativos es la mejor forma de neutralización. Y así se hizo, al mostrar la procedencia de la enorme cantidad de bots que alimentaron esos hashtags; los altos montos invertidos en la difusión y, sobre todo, al exhibir la ausencia total de pruebas contundentes o fehacientes que respaldaran la acusación.
El segundo misil fallido fue la supuesta declaración del presidente de España, Pedro Sánchez, alertando sobre el hipotético riesgo en que estarían las elecciones mexicanas por una presunta intervención del crimen organizado.
En un comunicado distribuido por el PRI nacional, se leía:
“La Internacional Socialista, como parte de su misión de fortalecer los valores democráticos, alentó a sus partidos miembros a movilizarse en el marco de una misión de observación electoral en México, al tiempo que pidió la protección del proceso electoral en México, en particular a través de garantizar la integridad del proceso electoral del 2 de junio y la seguridad de los candidatos frente a presiones y amenazas del crimen organizado”.
Esto se atribuyó al mandatario hispano, en su calidad de presidente de la Internacional Socialista, pero sucede que él nunca la emitió, y tuvo que ser desmentida, por ser notoriamente falsa y manipuladora.
Las «campañas negras» y las «guerras sucias» pueden tener consecuencias graves, incluyendo el socavamiento del Estado de Derecho, los principios o procesos democráticos, la violación a los derechos humanos y malestar social o violencia.
Por ello, es imperativo apelar siempre a la verdad, la cual nos hace libres, pero también vuelve blanco lo negro, y es mejor consejera y aliada que la desesperación.
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